Carl Rogers (1972) transparenta su situación contra-transferencial o Identificación Proyectiva o la indiferenciación de identidad producto de la regresión psicótica de su paciente:
"Una crisis más grave se desarrolló en torno a una relación terapéutica, increíblemente prolongada y muy mal conducida, que tuve con una muchacha esquizofrénica. La historia es larga; pero baste decir que, en parte porque estaba totalmente decidido a ayudarla, llegué a un punto en que no podía separar mi yo del suyo, Literalmente, extravié mi yo, perdí los límites de mi propia persona. Los esfuerzos de mis colegas por ayudarme no sirvieron de nada, y me convencí (creo que con cierta razón) de que estaba volviéndome loco. Una mañana, después de estar una hora en mi despacho, me sentí poseído por el pánico. Marché a casa y le dije a Helen: «Debo irme de aquí! !Bien lejos!» Ella sabía, por supuesto, lo que me estaba sucediendo. Pero su respuesta fue un bálsamo para mi espíritu. Me dijo: «De acuerdo, marchémonos ahora mismo». Después de algunas llamadas telefónicas a mis colaboradores para pedirles que me relevaran en mis responsabilidades, y de hacer rápidamente las maletas, nos pusimos en camino. Volví después de seis semanas. Tuve mis altibajos, y al regresar debí someterme a una terapia con un colega. Pero lo que quiero señalar con esta anécdota es que, a lo largo de todo este período, Helen se mostró segura de que mi estado mental pasaría, de que yo no estaba loco, y me demostró de mil maneras su afecto. Diablos Esta es la única palabra que me permite expresar mi gratitud. A todo esto me refiero cuando digo que me apoyó durante mis momentos críticos".
Me hizo recordar los riesgos de "usos" o "ab-usos" del "uso del objeto" que mencionó Winnicott. Como sabemos, Winnicott tuvo situaciones de replegarse como madre literal, faltar a compromisos para responsabilizarse de su paciente, asumir riesgos de agresión y robo, etc. Son algunas cosas que Winnicott (1963) vivió y transparentó también: "cuando su relación conmigo adquirió importancia, se excitó mucho, trepó al techo de la clínica, inundó el subsuelo e hizo tal alboroto que debimos interrumpir el tratamiento. A veces su conducta entrañaba un peligro para mí: un día se introdujo por la fuerza en mi auto, estacionado fuera de la clínica, y lo puso en marcha en primera por medio del arranque automático, al no tener la llave de contacto. Por la misma época reincidió en los robos y la conducta agresiva fuera del medio terapéutico. El Juzgado de Menores lo envió a una escuela de readaptación social, precisamente cuando el tratamiento psicoanalítico estaba en su apogeo. Si yo hubiese sido mucho más fuerte que él, tal vez habría manejado esta fase y tenido la oportunidad de completar el análisis".
Aquí Winnicott se lamenta no ser "más fuerte" para aguantar, considerando dichos acting como el "apogeo" que el proceso debe manejar como "fase".
En el mismo año, Carl Rogers (1972) revela algunos aspectos de su propia sexualidad:
"Mencionaré en primer término el episodio que me ocurrió alrededor de los cuarenta años: aproximadamente durante doce meses me sentí privado totalmente de deseos sexuales. No se descubrió ninguna causa médica. Helen confió en que mis impulsos normales volverían y, simplemente, «se quedó a mi lado durante mis vicisitudes. Resulta fácil imaginar posibles causas psicológicas, pero ninguna de ellas parece encajar con los hechos, desde mi punto de vista. Por el momento, sigo considerándolo un auténtico misterio. Pero su sereno y continuado amor significó mucho para mí, y seguramente fue la mejor terapia que pude recibir. De todos modos, volví gradualmente a mi normalidad sexual."
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