No comparto todas sus premisas, pero el Psicoanálisis Relacional es desafiador, crítico, no deja NADA a lo obvio, te obliga a pensar las incomodidades que surgen en lo clínico, una sed por la autenticidad, evitar el Falso Self del terapeuta, etc.
Sin embargo, hay una noción o concepto clínico que me provoca más distancia, un ruido que no logró converger del todo desde lo Clínico. Me refiero al: "USO DEL OBJETO".
Hay distintas corrientes en Psicoanálisis Relacional que emplean el "uso del objeto" de formas diversas (no niego su teoría y el sentido clínico que puede aportar). Pero algunos, extreman-imitan las Tesis de Winnicott, Balint o Little más desafiantes. Cuyos métodos y fines exigen sobrevivir, extremar la paciencia, forzar la tolerancia, morderse la lengua, ser mártir, mantener compasión, ser omnipotente misericordioso, masoquista moral, madre LITERAL, etc.
De esta versión al "uso del objeto" es solo la que me refiero aquí.
Basándome en el libro "El odio y la clínica psicoanalítica actual (2020). Llamó mi atención varias viñetas clínicas que eran un verdadero vía crucis, soportar con pasión la destructividad e insultos del paciente, aguantar dando la otra mejilla cuando rompen cosas, morderse lengua y labios, etc.
¿Qué pasaría sin quererlo o sin desearlo, provocamos una regresión sádica, una perversión de vínculo que torne adictiva su descarga pulsional para uso de sus frustraciones?¿Llegaremos así al codiciado puerto por lograr empatizar por el otro? ¿Siempre podemos llegar a tiempo para revertir lo polimorfo pulsional-parcial, solo si permitimos sobrevivir ante la agresión y el desprecio?
¿Dar la otra mejilla hasta que se aburra o deje de abofetearnos? ¿Destetar poco a poco, aunque el pezón ya esté carcomido? ¿Quién pagará el odio es el terapeuta para promover un primer «Don» que el paciente no obtuvo?
Hay que entender que tanto la perversión pulsional-parcial como la adicción no siempre son producidas por una carencia, también se generan por los excesos ilimitados de la pulsión (perversa polimorfa).
En contexto de pacientes graves, fronterizos, invitan a regresionar al paciente para que reviva y re-transite por el odio-destrucción puro sin límite como primera base para dar cuenta de la existencia del objeto como tal.
La voracidad y el sadismo pueden potenciarse más que apagarse. Es un arma de doble filo su apuesta.
Puede ser un viaje sin retorno dejarse dañar con daños irreversibles que al comienzo, subestiman la destructividad o perversión sin empatía
No olvidemos que Freud (1930), tomando en cuenta la historia de la civilización en sus múltiples guerras: “el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. ¿quién, en vista de las experiencias de la vida y de la historia, osaría poner en entredicho tal apotegma?”.
¿Repetir «su majestad el bebé» a «su majestad el paciente»?
¿Cómo distinguir la delgadísima línea entre «uso» de objeto y «Ab-uso»?.
Surge la fantasía Omnipotente del terapeuta en que yo lo cambiaré y soportaré lo que deba tener aguantar, soportar, resistir y sobrevivir a su destrucción o agresión. Algún día cambiará, justificando una piedad no merecida como aquellas parejas abusadas que perdonan a sus parejas abusivas una y otra vez con ingenua fé.
Analista pregona un Falso Self frente a su paciente, demostrando omnipotencia sin ser capaz de expresar lo que siente, dejando sin límites a la pulsión destructiva o perversa-sádica.
Que el paciente siga viniendo a sesiones y dando «uso del objeto», no significa que el tratamiento avance, está en medio de un atolladero del cual el terapeuta se refugia en la fantasía que mientras sobreviva, todo marcha como debiese.
El paciente puede notar en su terapeuta lo actoral de seguir la sesión con mínimos límites sin confrontación alguna.
Contrayendo su impotencia contra-transferencial y un miedo a que emerja la contra-transferencia o cualquier verdadero self. Solidifican el Falso Self del terapeuta aunque las sesiones sigan manteniendo la esperanza que soportando y sobreviviendo por más tiempo, masoquistamente tolerando se llegaría a destino por esta vía y por ninguna otra posible.
¿Debemos irremediablemente ofrecernos como la madre suficientemente buena que no tuvo, para así reparar sus fallas ambientales, sobreviviendo a las pataletas o berrinches del paciente en sesiones?
¿Nos basta solamente con tener en cuenta que el paciente merece misericordia, piedad dada la infancia dolorosa que tuvo sin sostén? ¿No cabe más que aguantar nuestra contra-transferencia culpabilizándonos que buena parte de nuestro malestar es producto solo de falta de auto-análisis?
Por último, la diferencia clínica entre «regresión benigna» y «regresión maligna» de M. Balint, suena razonable en lo teórico, pero como apuesta clínica presenta una serie de encrucijadas en riesgos, las cuales ya anteriormente presentamos.
Algunos apostarán en detectar cuándo el paciente estaría en modo regresivo «benigno» o en modo «maligno», sin embargo, la línea es MUY difusa en distinguir. No es tan sencillo polarizar «benigno» como pena-soledad y «maligno» como destrucción-adicción.
Como suele suceder, se dan ambas en diversas mixturas y dinámicas no posibles de separar tajantemente.
De nuevo, no todo Psicoanálisis Relacional o Intersubjetivo opera del mismo modo, pero estos casos revelan más la piedad, compasión, misericordia y masoquismo del terapeuta. Los cuales difiero en que se conviertan en un Imperativo Categórico Universal en lo clínico en su exigencia.
No se trata que el terapeuta no tolere contra-transferencia alguna o que no se guarde algo de su intimidad para dar libertad al paciente a expresarse, esperando consigo alguna transformación.
Pero no podemos volver omnipotente nuestra posición como clínico, aparentando que atolladeros así se resuelve con más sumisión y paciencia. Pues el paciente que pacientemente espera termina siendo el terapeuta y no el paciente.
Volviendo a las OTRAS corrientes del Psicoanálisis, algunas para salir del atolladero promueven otros métodos como la autodevelación al otro para que logre empatizar con el daño infringido, otros interpretan inmediatamente la transferencia sucedida, otros confrontan desde su contra-transferencia, destetar gradualmente, etc.
No pretendo dar "LA" respuesta sobre cómo o cuándo qué hacer, pero al menos busco discutir la noción de USO o AB-USO del objeto en lo clínico.
Pd: Esto lo escribí en el contexto para clinica adulto.
En
clinica para bebés o niños en primera infancia (lugar donde Winnicott
es el maestro de maestros), allí creo que la dinámica invita a tomar
esto desde otras veredas clinicas y son legítimas en plantear
Pd2: Añado aquí los comentarios por parte de los dos Editores del Libro "El odio y la clínica psicoanalítica actual (2020). Tuvo el honor de recibir mención:
- Carmen Gloria Fenieux Campos
Pd2: Añado aquí los comentarios por parte de los dos Editores del Libro "El odio y la clínica psicoanalítica actual (2020). Tuvo el honor de recibir mención:
- Carmen Gloria Fenieux Campos
Hola Diego,.
Muchísimas gracias por leer nuestro libro y plantear la discusión acerca del uso y la sobrevivencia del objeto.
La
permanencia repetitiva en ello y sin elaboración, de ninguna manera
contribuye al desarrollo del proceso,.ni menos al crecimiento del
paciente. Además de los importantes costos emocionales para el
analista.
Pienso que nunca es fácil, pero sin lugar a dudas cuestionarse el
límite, hacer el trabajo de elaboración en el espacio analítico,
plantear paramétros y en algunos casos tomar decisiones tales como
la derivación por ejemplo son formas de sobrevivencia del analista
saludables y a veces totalmente necesarias para el proceso. Cuándo?
cómo? en qué momento?. eso es algo que sólo sabemos o conocemos a través
de la contratransferencia de manera sutil y compleja a la vez.
- Rodrigo Rojas Jerez
- Rodrigo Rojas Jerez
Hola Diego! Primero mis disculpas por el largo paso del tiempo!
Muy
interesante tu observación y comentario. Sobre todo comparto del riesgo
del masoquismo o de la omnipotencia como analistas. Bueno es obvio que
esto queda en manos del propio análisis de cada
uno. Pero me parece que en términos metapsicológicos Winnicott nos
previene y señala con claridad el necesario análisis de dichos elementos
masoquistas, pero además señala con claridad el necesario odio objetivo
del analista. No sólo en su art sobre el odio en la
Contratransferencia, sino que también en el mismo del Uso del Objeto. Es
interesante este punto porque es en las adendas publicadas con
posterioridad que Winnicott destaca el rol del padre, como tercero
frente a la constitución psíquica del bebé, así como también como al
lugar dentro lo que sería la integración frente a la propia escisión.
En
fin es una discusión realmente fundamental y central para cualquiera
que desee investigar en estos modos del psicoanálisis. No sólo puede
ocurrir lo que señalas, sino que también muchas veces ocurre algo desde
lo social en relación a lo winnicottiano cuando uno escucha, Winnicott
es tan optimista (literalmente me quedo plop) o cuando por ser alguien
winnicottiano, prácticamente tendría que trabajar gratis o no tener la
libertad de cobrar y definir sus propios honorarios.
Como te digo agradezco tu lectura y comentario. Slds