viernes, 21 de agosto de 2020

Piaget y los excesos de Estructuras parciales

Piaget en 1959 define que "la homeostasis no comporta, en realidad, balances exactos, sino que testimonia frecuentemente la presencia de excesos por protección, y como por precaución, en caso de perturbaciones (...) la imagen que sugieren los hechos no es la de una balanza precisa, sino de una protección contra el error. Es por ello que las constancias perceptivas que deberían ser, por su naturaleza de conservación a través de las transformaciones, el asiento de rigurosos «balances», testimonian, al contrario, importantes sobrecompensaciones”.
 
Mientras Piaget en 1964:
Definiré a la estructura de la forma más amplia como un sistema que ofrece leyes o propiedades de totalidad, en tanto que sistema. Estas leyes de totalidad son, por consiguiente, distintas a las leyes o las propiedades de los propios elementos del sistema. Pero insisto en el hecho de que tales sistemas que constituyen las estructuras son sistemas parciales en relación con el organismo o el espíritu. La noción de estructura no se confunde, en efecto, con cualquier tipo de totalidad y no equivale a decir simplemente que todo depende de todo. Se trata, por tanto, de un sistema parcial, pero que, por el hecho de ser un sistema, presenta leyes de totalidad, distintas de las propiedades de los elementos. Pero este término sigue aún siendo impreciso, mientras no se precise cuáles son estas leyes de totalidad. En algunos terrenos privilegiados es relativamente fácil hacerlo, por ejemplo en las estructuras matemáticas, las estructuras de Bourbaki".

jueves, 13 de agosto de 2020

Psicosis en Freud y Psicosis Deleuze

Deleuze tiene una manera de ver la Psicosis (a veces romántica) como algo fragmentaria, libre, caótica, cuando en realidad solamente la Esquizofrenia Hebefrénica o la que tiene más desabrochada el Proceso Primario sería la que refiere Deleuze en parte.


Otras psicosis como la Catatonia o la Paranoia no son Psicosis abiertas a la multiplicidad, al contrario, son rígidas, inflexibles, con fijaciones bastante estables y repetidoras de una misma temática que les obsesiona. Como dijo Freud (1896, 1911, 1914, etc) requieren dicha neocreación del mundo para estabilizarse y no fragmentarse, es decir, la psicosis es un intento de reparación para no caotizarse. 


Deleuze se olvidó que la posición esquizo-paranoide es más bien un océano de ansiedades, angustias y persecuciones por muy productiva y abierta sea.

Contrariando ese modelo de Deleuze donde la psicosis sería una forma de desorganización y producción del plano de consistencia. En Freud es al revés, la desorganización invoca a una síntesis: algo que repare de alguna manera. Es cierto que Deleuze contrapesa sus excesos de libertaria fragmentación (creación de mónadas sin freno) desde el Sponizismo, el barroco, etc. Pero su vitalismo expresa la vida en forma de metástasis cancerígena celular (rizomática) que a células autopoiéticas. No digo que Maturana sea la mejor respuesta a los excesos de Deleuze, pues pienso que Piaget concilia ambas propuestas en sus nociones de los desequilibrios de sistemas.

En otras palabras, para Freud la Psicosis es reparación y neocreación, no una búsqueda del caos rizoma como buscaría Deleuze (que muchas veces parece cáncer en metástasis de rizoma). Pues aún al buscar el caos o el ataque al aparato psíquico (-K), lo que se busca es reparar algo. Guattari también se olvidó de las ansiedades, persecuciones y angustias graves de la posición esquizo-paranoide en psicosis.

La esquizofrenia hebefrénica por muy múltiple y caótica se estabiliza en parte con algo, ya sea dibujando, cantando, etc.
La síntesis o reparación pueden provenir de diversos registros del aparato psíquico. De eso último Lacan no sabe nada, por eso la mediocridad de la psicosis lacaniana que no emplea metapsicología y solo se queda con sus abstractos R.S.I (y sinthome).

domingo, 9 de agosto de 2020

Piaget (1954) Sobre los estadios Psicoanalíticos y conceptos

 "Freud introdujo en la psicología de la afectividad algunos conceptos fecundos, que el éxito del psicoanálisis impuso rápidamente. Por eso nos referiremos al esquema freudiano, cuya simplicidad y coherencia son particularmente notables, pero del cuál intentaremos mostrar la insuficiencia para dar cuenta de los aspectos de esta evolución.

La primera solución es la del freudismo: al lado de los Ichtriebe, instintos de conservación que apuntan al sujeto mismo, existen Sexualtriebe, presentes desde el origen. Estas pulsiones sexuales son permanentes y se conservan de estadio en estadio, pero cambian de objetivo en el transcurso del desarrollo, y estas transferencias constituyen el criterio de distinción entre los diferentes estadios de la vida afectiva. 
 
Puede entonces distinguirse durante los primeros años del niño;
• Primera fase: la libido sólo se dirige al propio cuerpo: estadio digestivo; posteriormente aparecen tempranas diferenciaciones periféricas: estadio oral-estadio anal.
• Segunda fase: se dirige a la actividad del propio cuerpo en general: narcisismo primario.
• Tercera fase: transferencia de la afectividad a objetivos exteriores (personas y especialmente la madre, conflictos diversos): sentimientos interindividuales, complejos, etc.
Por otra parte, a cada uno de estos desplazamientos, se agregan represiones correspondientes a los estadios anteriores, que por lo tanto no desaparecen y pueden reaparecer en caso de regresión. Entonces, el desplazamiento y la represión correlativa constituyen el mecanismo de las transformaciones sucesivas de la afectividad."
 
El narcisismo no es otra cosa que la afectividad correspondiente a la indiferenciación entre el yo y el no-yo (estado adualístico de Baldwin, simbiosis afectiva de Wallon). Este narcisismo primario del lactante es claramente un narcisismo sin Narciso. Es correlativo a una causalidad no espacializada, sin contacto con el mundo físico. (El bebé a quién se le muestra el funcionamiento de un interruptor, abre y cierra los ojos alternativamente, delante de éste: no establece ninguna diferencia entre el paso de la luz a la oscuridad, resultante de una modificación exterior (interruptor), y el que resulta del cierre de sus propios ojos). Volvemos a encontrar en este caso la simetría entre el narcisismo afectivo y el egocentrismo intelectual.
 
Freud insistió largamente en el hecho de que la afectividad está muy tempranamente centrada en las personas de la madre y del padre, con diversos sentimientos que refuerzan los intercambios (lenguaje, etc.) y diversos comportamientos sociales, afectivos y cognitivos a la vez (cf. complejo de Edipo). Se produce la transferencia cuando modalidades afectivas relativas al padre o a la madre son atribuidas a otras personas. De esta manera, el niño que entra a la escuela no sólo reacciona a esta nueva situación en función de su propio carácter y el de su maestro, sino también, en función del carácter de su padre, y la actitud positiva o negativa del niño con respecto a su familia será transferida a la situación escolar. Como los fenómenos de transferencia son constantes, las actitudes del niño hacia su padre y hacia su madre influyen en su toda su vida. Estos hechos de transferencia son indiscutibles, pero, ¿cuál es su mecanismo? Freud supone:
 
• Una fijación del inconsciente en el pasado. La afectividad es una energía que puede desplazarse de un punto a otro, de un objeto anterior a un objeto ulterior, pero, para explicitarlo de algún modo, puede decirse que la fijación en el pasado constituye los temas del inconsciente;
• una identificación con el padre o la madre, que acompaña a la transferencia.
 
Admitimos naturalmente con Freud los fenómenos de transferencia, así como una cierta conservación de los sentimientos.
 
Desde antes de la teoría freudiana del super-yo, Ferenczi, en un artículo publicado en Imago, se había preguntado por qué los niños obedecen a sus padres. Notaba que los niños no obedecen a cualquier persona, y veía en la obediencia una interiorización de las órdenes recibidas de los padres, interiorización explicable por los vínculos afectivos privilegiados entre hijos y padres. Estos vínculos, según Ferenczi, resultaban de una mezcla entre afecto y temor. Pero ni el afecto ni el temor pueden dar cuenta de la obediencia, en la cual hay, sin duda algo más que estos dos sentimientos.”