domingo, 9 de agosto de 2020

Piaget (1954) Sobre los estadios Psicoanalíticos y conceptos

 "Freud introdujo en la psicología de la afectividad algunos conceptos fecundos, que el éxito del psicoanálisis impuso rápidamente. Por eso nos referiremos al esquema freudiano, cuya simplicidad y coherencia son particularmente notables, pero del cuál intentaremos mostrar la insuficiencia para dar cuenta de los aspectos de esta evolución.

La primera solución es la del freudismo: al lado de los Ichtriebe, instintos de conservación que apuntan al sujeto mismo, existen Sexualtriebe, presentes desde el origen. Estas pulsiones sexuales son permanentes y se conservan de estadio en estadio, pero cambian de objetivo en el transcurso del desarrollo, y estas transferencias constituyen el criterio de distinción entre los diferentes estadios de la vida afectiva. 
 
Puede entonces distinguirse durante los primeros años del niño;
• Primera fase: la libido sólo se dirige al propio cuerpo: estadio digestivo; posteriormente aparecen tempranas diferenciaciones periféricas: estadio oral-estadio anal.
• Segunda fase: se dirige a la actividad del propio cuerpo en general: narcisismo primario.
• Tercera fase: transferencia de la afectividad a objetivos exteriores (personas y especialmente la madre, conflictos diversos): sentimientos interindividuales, complejos, etc.
Por otra parte, a cada uno de estos desplazamientos, se agregan represiones correspondientes a los estadios anteriores, que por lo tanto no desaparecen y pueden reaparecer en caso de regresión. Entonces, el desplazamiento y la represión correlativa constituyen el mecanismo de las transformaciones sucesivas de la afectividad."
 
El narcisismo no es otra cosa que la afectividad correspondiente a la indiferenciación entre el yo y el no-yo (estado adualístico de Baldwin, simbiosis afectiva de Wallon). Este narcisismo primario del lactante es claramente un narcisismo sin Narciso. Es correlativo a una causalidad no espacializada, sin contacto con el mundo físico. (El bebé a quién se le muestra el funcionamiento de un interruptor, abre y cierra los ojos alternativamente, delante de éste: no establece ninguna diferencia entre el paso de la luz a la oscuridad, resultante de una modificación exterior (interruptor), y el que resulta del cierre de sus propios ojos). Volvemos a encontrar en este caso la simetría entre el narcisismo afectivo y el egocentrismo intelectual.
 
Freud insistió largamente en el hecho de que la afectividad está muy tempranamente centrada en las personas de la madre y del padre, con diversos sentimientos que refuerzan los intercambios (lenguaje, etc.) y diversos comportamientos sociales, afectivos y cognitivos a la vez (cf. complejo de Edipo). Se produce la transferencia cuando modalidades afectivas relativas al padre o a la madre son atribuidas a otras personas. De esta manera, el niño que entra a la escuela no sólo reacciona a esta nueva situación en función de su propio carácter y el de su maestro, sino también, en función del carácter de su padre, y la actitud positiva o negativa del niño con respecto a su familia será transferida a la situación escolar. Como los fenómenos de transferencia son constantes, las actitudes del niño hacia su padre y hacia su madre influyen en su toda su vida. Estos hechos de transferencia son indiscutibles, pero, ¿cuál es su mecanismo? Freud supone:
 
• Una fijación del inconsciente en el pasado. La afectividad es una energía que puede desplazarse de un punto a otro, de un objeto anterior a un objeto ulterior, pero, para explicitarlo de algún modo, puede decirse que la fijación en el pasado constituye los temas del inconsciente;
• una identificación con el padre o la madre, que acompaña a la transferencia.
 
Admitimos naturalmente con Freud los fenómenos de transferencia, así como una cierta conservación de los sentimientos.
 
Desde antes de la teoría freudiana del super-yo, Ferenczi, en un artículo publicado en Imago, se había preguntado por qué los niños obedecen a sus padres. Notaba que los niños no obedecen a cualquier persona, y veía en la obediencia una interiorización de las órdenes recibidas de los padres, interiorización explicable por los vínculos afectivos privilegiados entre hijos y padres. Estos vínculos, según Ferenczi, resultaban de una mezcla entre afecto y temor. Pero ni el afecto ni el temor pueden dar cuenta de la obediencia, en la cual hay, sin duda algo más que estos dos sentimientos.”

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