viernes, 5 de agosto de 2022

Clínica: Espionaje y Bombarderos en II Guerra Mundial

"Dado que éste fue el período durante el cual alcanzaron su mayor intensidad las sospechas de actividades de espionaje, y dado que yo misma me hallaba clasificada entre los “extranjeros enemigos”, me preguntaba por qué sus asociaciones libres no aludían nunca a las consecuencias adversas que podían derivarse para él a causa de la Ley de Secreto, si se descubría que se analizaba conmigo. Finalmente, yo misma me referí a esta omisión. El replicó con despreocupación: “Oh sí, he pensado en eso muy a menudo.
Pero si se descubre, en cualquier momento usted podrá aclarárselo al gobierno”. Otro paciente obsesivo a quien trataba reaccionó de un modo semejante durante la época más intensa de los bombardeos sobre Londres.
Continuó asistiendo, sin dejarse perturbar por el bombardeo, y resistió todas las tentaciones que se le presentaban para dejar Londres hasta una noche en que cayó una bomba a la entrada de mi calle. El artefacto no sólo destruyó la casa sobre la que cayó sino también la creencia del paciente en mi omnipotencia. Tras un brote de ansiedad incontrolable con reacciones hostiles contra mí por haberlo desilusionado, interrumpió su análisis mientras duró la guerra.
 
Si no se hubiesen producido estas interferencias técnicas desde el exterior, yo podría haber analizado a ambos pacientes durante largo tiempo sin advertir que, ante sus ojos, yo controlaba el gobierno británico así como también la máquina de guerra de Hitler. Me hace pensar con cuánta frecuencia, sin ayudas como las mencionadas, las creencias mágicas de los pacientes en nosotros permanecen ocultas.
 
Los colegas que provengan de naciones dominadas por el nazismo, cual es mi caso, recordarán de qué manera esta relación transferencial “mágica” de algunos pacientes descendió al nivel de cero cuando Hitler tomó el poder. El hecho de que nosotros mismos fuésemos víctimas del régimen hizo que no fuéramos ya aptos para desempeñar el papel de poderosos y divinos que estos pacientes nos habían asignado."
 (Anna Freud, 1954)

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