lunes, 13 de diciembre de 2021

Deleuze & Guattari VS Leclaire (1972)

Debate en 1972 luego de publicarse el Libro Anti-Edipo:
Dentro de los Lacanianos de época, Leclaire sin duda mejoró varios aspectos no pulidos por Lacan, no obstante, no fue más allá de Lacan y permaneció hasta el final fagocitado en toda su teología fonocéntrica y Logos del Vacío. En el mismo debate tanto otros filósofos y antropólogo defienden a Deleuze & Guattari frente las críticas de Leclaire en su lacanismo.
 
El debate tiene añadido comentarios míos (Diego:) en paréntesis.
 
(Comentario Diego: Leclaire comienza alardear de doctrina lacaniana y pone como principal eje a su conveniencia las piezas lacanianas para abrir discusión:)
- S. Leclaire: La menor experiencia psicoanalítica muestra que el objeto parcial no puede definirse más que «diferentemente» y «con respecto al significante».
En lo que respecta al deseo, en relación con el cual pretende superar al psicoanálisis, aportando a la sociedad una buena nueva, no puede, repito, más que perder su objeto.
Este uso del objeto parcial como pieza esencial de la máquina deseante hay algo que me parece muy importante: cuando ustedes intentan «definirlo », dicen: el objeto parcial sólo se puede definir positivamente. Esto es lo que me asombra. En principio, ¿en qué difiere esencialmente la cualificación positiva de la imputación negativa que denuncian?
 
- F. Guattari-: No pienso que deba situarse el objeto parcial positiva ni negativamente sino más bien como participación en multiplicidades no totalizables.
La función fálica, según Lacan, en la medida en que sobrecodifica los objetos parciales, no acaba restituyéndoles una cierta unidad y, al redistribuir entre ellos una carencia, no remite a otra forma de totalización, simbólica en este caso.
Al convertirse en objeto «a», el objeto parcial se destotaliza, se desterritorializa, se aparta definitivamente de la corporeidad individuada; está en condiciones de desplazarse hacia las multiplicidades reales y de abrirse a toda clase de maqumismos moleculares que atraviesan la historia.
 
- G. Deleuze: Mantenemos una relación peculiar con Leclaire: hay un texto suyo sobre «La realidad del deseo» que, antes que nosotros, ya trabajaba en el sentido de un inconsciente- máquina y que descubría elementos últimos del inconsciente de carácter no figurativo ni estructural.
¿No utiliza el psicoanálisis el objeto parcial para establecer sus ideas de carencia, de ausencia o de significante de la ausencia, y para fundamentar sus operaciones de castración? Es el psicoanálisis quien, incluso cuando invoca las nociones de diferencia o de diferente, se sirve del objeto parcial de forma negativa para anclar el deseo a una máquina fundamental. Esto es lo que reprochamos al psicoanálisis: una concepción piadosa, con la carencia y la castración, una especie de teología negativa que comporta un llamamiento a la resignación infinita (la Ley, lo imposible, etcétera). Contra esto, proponemos una concepción positiva del deseo como deseo que produce, no deseo que carece de algo.
 
(Comentario Diego: A Leclaire le resulta fundamental la Binariedad o los pares-opuestos simplificadores del lacanismo)
- S. Leclaire-: Pero el concepto de objeto «a», en Lacan, forma parte de una cuaterna que comprende el significante, como mínimo doble (SI y S2) y el sujeto (S tachada). La verdadera diferencia, si tuviéramos que rescatar esta expresión, se situaría entre el significante, por una parte, y el objeto «a», por la otra (...) No creo que puedan ustedes mantener una tesis, un proyecto, una acción o un «cacharro» sin introducir en algún momento una dualidad y todo lo que ella comporta.
(Comentario Diego: Aquí Guattari echa pie atrás de lo que entendía por Lacan y duda que lo propuesto por Lacan sea lo que refirió anteriormente)
 
-F. Guattari: No estoy seguro de que el concepto de objeto «a» en Lacan sea otra cosa que un punto de fuga, exactamente una huida del carácter despótico de las cadenas significantes.
(Comentario Diego: Dogmáticamente reitera su filiación al lacanismo y su monismo del significante o fonocentrismo epistémico)
 
S. Leclaire.-: Los elementos «significantes» tienen efectos sobre el propio objeto. Si queremos comprender algo de lo que pasa en la máquina social en el terreno del deseo, hemos de atravesar este desfiladero que hoy por hoy constituye el objeto.
 
(Comentario Diego: R. Pividal le reprocha a Leclaire su lectura parcialista y no afrontar el debate que invita Deleuze y Guattari)
-Raphaél Pividal-: Usted, Leclaire, ha hecho varias intervenciones algo descorazonadas con respecto a lo que decía Guattari, porque el libro plantea de forma fundamental la práctica del análisis, de su oficio en algún sentido, pero usted ha enfocado el problema de forma parcial. No se ha hecho cargo de él más que traduciéndolo a su lenguaje, que es el de las teorías que usted ha desarrollado y en las cuales usted privilegia el fetichismo, es decir, lo parcial. Usted se refugia en este tipo de lenguaje para llevar a Deleuze y Guattari a cuestiones de detalle. Pero no dice usted nada de todo lo que en El Anti-Edipo concierne al nacimiento del Estado, al papel del Estado o a la esquizofrenia. No dice nada de su práctica diaria. Ciertamente, no es que se le acuse a usted, a Serge Leclaire, pero es a este punto al que hace falta responder: las relaciones del psicoanálisis con el Estado, con el capitalismo, con la historia, con la esquizofrenia.
 
(Comentario Diego: Pierre Rose concuerda en su crítica a la santa trinidad del lacanismo)
-Pierre Rose.-: Cuando aborda la política, legitima con toda franqueza la opresión. Éste es el juego de manos por el cual la subversión del Sujeto al que se supone el saber se pliega a la sumisión de la nueva trinidad trascendental de la Ley, el Significante y la Castración: «la Muerte es la vida del Espíritu, ¿para qué rebelarse?» La cuestión del Poder quedaba borrada por la ironía conservadora del hegelianismo de derechas que, desde Kojéve hasta Lacan, socava la cuestión del inconsciente.
 
(Comentario Diego: Por su parte Pierre Castres lo felicita como etnólogo:)
-Pierre Castres.-: garantiza a la empresa de Deleuze y Guattari su coherencia, que es muy fuerte, suministrando a su demostración puntos de apoyo no-occidentales (al tomar en cuenta a las sociedades primitivas y a los imperios bárbaros). Si los autores se limitasen a decir: en el capitalismo, las cosas funcionan así y así, mientras que en otro tipo de sociedades funcionan de otra manera, no habrían abandonado el terreno del comparativismo más plano. Pero no es así, porque han mostrado «cómo funciona de otra manera ». El Anti-Edipo es también una teoría general de la sociedad y de las sociedades.
En otras palabras, Deleuze y Guattari han escrito sobre los Salvajes y los Bárbaros lo que los etnólogos no han sido capaces de escribir (...) El ejemplo del Imperio Inca ilustra perfectamente el punto de vista de Deleuze y Guattari. Dicen cosas muy bellas sobre el sistema de la crueldad como escritura sobre el cuerpo en los Salvajes y sobre la escritura como modalidad del sistema del terror en los Bárbaros. Me parece que un etnólogo debería sentirse en El Anti-Edipo como en su casa.
 
- G. Deleuze.-: ¿Cómo se derivan nuestros amores de la historia universal (y no de papá-y-mamá)? A través de una mujer amada o de un hombre amado, se ocupa, de maneras que pueden ser muy diferentes, todo un campo social. Intentamos mostrar cómo los flujos recorren diferentes campos sociales, a dónde desembocan, cómo se cargan (codificación, sobrecodificación, descodificación).
Podría decirse que el psicoanálisis es quien menos ha contribuido a hacer aflorar este dominio, por ejemplo con sus ridiculas explicaciones del fascismo, al pretender deducirlo todo a partir de las imágenes del padre y de la madre, o de significantes familiaristas y piadosos como el Nombre del Padre (...) ha aplastado toda la dimensión política y económica de la libido mediante un código conformista.

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