miércoles, 25 de junio de 2025

Crítica al Psicoanálisis Relacional

 Expongo críticas al psicoanálisis relacional en su teoría y métodos (no en su ética como fue aclarado anteriormente). Para armar este debate, de un costado entrelazo algunas idas de Freud con algunas de Balint, oponiéndolas frente a Winnicott-Benjamin (para fines didácticos los opondré, pero obviamente todos los autores referidos tienen complementos entre sí). Para aterrizar, comenzaré definiendo las dificultades clínicas del psicoanálisis ortodoxo kleiniano, para así, apreciar mejor las semejanzas y diferencias con el Psicoanálisis Relacional en sus riesgos y problemáticas.
Lo que discutiremos a continuación, por favor, entenderlo en función que HAY DISTINTAS corrientes del Psicoanálisis Relacional que emplean en mayor énfasis o menor acento algunos métodos sobre sobre otros.

En el psicoanálisis ortodoxo kleiniano, las sesiones deben pasar por el molino de la transferencia hacia el analista. La interpretación se aborda desde lo que ocurre "aquí y ahora" en las diversas proyecciones del paciente hacia el analista. Vertiendo sus aguas para transformar lo que se proyecta en insight de lo que ha depositado para revertirlas a una fase depresiva más digerible.
No se evita la resistencia, se trabaja con ella bajo la instauración transferencial. Los componentes de lo inconsciente deben analizarse a partir de lo traído "aquí yo ahora" durante la sesión, los cuales se proyectan a su analista. La resistencia es interpretada en el aquí y ahora, no es esquivada huyendo en un "allá y entonces" fuera de sesión. Esto permite abrir la transferencia negativa y la reacción terapéutica negativa en sus variadas intensidades hasta los impasses.

Centrar la transferencia en el "allá y entonces" y explorar remanentes extra-transferenciales fuera de sesión, son filtradas para licuar sus aguas en el contenedor del analista que las digiere. El analista es la pantalla que absorbe los elementos parciales proyectados y los regresa para que el paciente los introyecte digeridos. La amplitud de lo inconsciente se restringe a un campo entre lo que "aún no se sabe" hasta lo que logre descifrar el analista en su interpretación. Para nuevamente dar circuito a su ciclo hasta que las proyecciones del paciente sean devenidas a fase depresiva sin escisiones, consiguiendo una mayor integración de sus partes buenas y malas de su Yo proyectado en cuanto ver los grises de sus relaciones objetales sin parcialidades defensivas. Para ello, debe tejer lo intrapsíquico en el continente del analista como destino proyector ante las defensas y resistencias en análisis.

Por ejemplo, en vez de indicar al paciente su maltrato a sus hijos tal como sufrió maltrato por su propia madre, el analista le señala al paciente directamente que busca venganza contra el analista mismo, para así anular sus partes malas que fueron reveladas. Lo que emerge sería su envidia porque ve al analista como su hermano mayor que se fue de la casa antes y ya no recibe maltratos directos de su madre.
Vale decir, en vez de apuntar los contenidos inconscientes y transferenciales en las relaciones entre su hermano y madre. Primero traspone o muda los procesos primarios arropando a la figura del analista quien recibe la proyección, para después dar cuenta en un insight en dónde proviene en su pasado los complejos inconsciente sin integrar. Por tanto, al "aquí y ahora" de la sesión late con fuerza su conflicto en cuanto debe allí mismo interpretarse y así cazar su presa en el acto. Para ello, la red de captura es la propia vasija del analista quien recibe los ataques de envidia como destrucción en venganza contra su persona. Así se cierra el cuadrilatero del ring "aquí y ahora". Si el paciente resiste contra su analista o rechaza sus interpretaciones, no sería por el método de intervención del analista en este campo de tensa lucha constante. Todo remitirá a las pulsiones de muerte sin elaborar, a sus proyecciones defensivas en su transferencia objetal parcial no resuelta. Esto último contraviene a lo que el propio Freud críticó sobre aquellas intervenciones iatrogénicas donde "si es cara, gano, si es sello, gano también". Si aceptas, es verdad, si niegas es verdad también pues te resistes, de cualquier modo el analista siempre tendrá la razón. Esto mismo Freud lo discute, no obstante, el método ortodoxo kleiniano cae en esta trampa que justamente Freud nos alertó.

Todo esto puede agudizarse en su intensidad si sumamos en el "aquí y ahora", además, las contra-transferencias para uso interpretativo. Es decir, no tan solo interpretar lo proyectado del paciente en lo dicho, también se puede devolver lo que inconscientemente activó en la contra-transferencia y redoblar el devolver a su remitente (casi como la telepatía en Jung) lo que el paciente le produjo con su identificación-proyectiva al analista (en donde el analista purificado como espejo en su contenedor recibe un raspón en su vidrio que no nace de su propio inconsciente, algo externo fue injertado a la fuerza por lo drenado del paciente).
Para el analista nada se podría tomar a lo personal, pues todo lo que haga es neutro, es un maniquí desnudo donde le ven poniendo y sacando ropajes. No está nunca en escena realmente, lo que el paciente proyecta produce la propia escena clínica en cada sesión.
Personificando aún más la imagen del analista a tal grado que ya ni siquiera se podría hacer necesario hablar del pasado y sus recuerdos. Basta tomar en cuenta el psicodrama de lo que sesión tras sesión, le produce la figura de su analista. Donde su continente, cada vez más, atrae con su fuerza de gravedad todo lo malo y bueno de sus relaciones objetales impregnadas en su lectura y devolución. El recuerdo pasado narrado son defensas en desfiguración, deben leerse en su aquí y ahora en lo que deposita: Sus defensas dejan a la luz huellas, no hay cómo ocultar la evidencia. El espejo limpio quedó marcado en los dedos del paciente.
Las señales de transmisión proyectadas son decodificadas en sus objetos parciales y devueltas en objetos totales por el analista: desgranada y reintegra las partes del yo escindidas. El abanico proyectivo se constriñe en una antena principal como eje en su "aquí y ahora". El habla pasada nos aleja a lo defensivo, el presente es reconducido al psicodrama de reelaboración constante: No importa si la señal devuelve con mucho ruido o no capte retorno. La mala recepción de señal devuelta es por el efecto de sus resistencias que no dejan sintonizar la modulación ofrecida correctamente. Mientras se exploren diversas áreas, eso como podrá reintegrar en su propia pantalla depresiva los colores múltiples que antes estaban en arcaicos blancos y negros televisados esquizo-paranoides. No hay atajos, no es un camino de rosas.

Winnicott como Balint señalaron innumerables veces lo contraproducente de dicho método. Las interpretaciones se vuelven cada vez más insportables, las resistencias aumentan y se patologiza el vínculo paciente-analista. Forzando la pareja donde uno sabe y el otro debe aprender soportando. Finalmente el bebé escupe la leche, no quiere más pecho pues no está en condiciones de recibirla. Por lo que expulsa cada vez con mayor fuerza lo ofrecido. No hay escapatoria ni otra salida: el campo es uno frente al otro en la sesión. El paciente primero proyecta, analista recibe y luego regresa lo proyectado para repetir el ciclo indefinidamente. Todo líquido rebalsado se absorbe con el marco rígido de ser vertido en el pecho-inodoro del analista.
Winnicott (Balint y los post-kleinianos) apunta que el problema está en el reflujo por la leche del pecho y la diarrea o retención por expulsar la orina o heces. No pueden salir del presente enclaustrado del "aquí y ahora". Analista y paciente quedan encerrados en dicho campo cerrado y minado. Las historias pasadas narradas van perdiendo su eje cayendo al centro gravitario del analista que lo engulle, anillando el lomo del libro de un solo modo.

El psicoanálisis post-kleiniano y Middle Group otorgan diversas alternativas y soluciones a estos dilemas. Del mismo modo, el Psicoanálisis Relacional aporta las suyas propias. Sin embargo, paradójicamente el psicoanálisis relacional como veremos a continuación, cae en una trampa de encierro similar a como le sucede al psicoanálisis kleiniano ortodoxo.

En general, como veremos a continuación a detalle, creen poder salir de los atolladeros u obstáculos transferenciales brindando confort a la mutualidad rítmica o que podrían explícitamente revelar la transferencia negativa acontecida a través de los enactment de la pareja clínica. Es decir, revelar lo sucedido exponiendo su contra-transferencia para pactar un nuevo acuerdo clínico en los movimientos del juego, propiciando un nuevo compromiso de cuidado y reconocimiento mutuo en el campo relacional.

En vez de devolver las proyecciones mediante la figura espejante que refleja al paciente, ahora se devuelve la luz reflectora iluminando el campo completo alrededor de la sesión, contemplando las relaciones mutuas reconocidas entre paciente y el propio analista en juego. La figuración advenida son los jugadores que juegan conjugando. Por lo que centran un nuevo "aquí y ahora" como medio de pactación en renovación de votos. Borrando la rigidez actoral prototípica ortodoxa de: "tu hablas mientras quedo en silencio, para luego, yo interpreto y así vuelves hablar".
No sale a jugar con el balón trayendo a la galería otros escenarios del pasado en su "allá y entonces". Ahora reflejan retornando a un doble remitente en devolución. Esa supuesta neutralidad en lo kleiniano de un rebote reflejante esterilizado, ahora se retuerce lo reflejado adjuntando la firma explícita de quien escribe y recibe relacionalmente. La carta co-escrita no versará únicamente sobre el paciente mismo en sus procesos, la carta circulante rebota en reflejar lo circundante que ambos han jugado reconocidamente. La pelota dispara no hacia el pasado de figuras, sino al juego del garabato en su "aquí y ahora" que el enactment da cuenta entre ellos.
Las sesiones se van personalizando o personificando en un radio más amplio entre el conjugar. La devolución no es neutral ni tampoco refiere al paciente solamente ni a la analista únicamente, se suman ambos en un emergente que los trasciende y supere a una Terceridad que los acobije. Otra vez, dicha terceridad acontece en el "aquí y ahora" co-construido.

Dicho proceder, tropieza a mi parecer, nuevamente con la trampa del enclaustramiento del método kleiniano ortodoxo. En vez de establecer un espejo neutro que refleje como rebote al paciente, ahora este mismo reflejo centra la propia intimidad de lo que que uno y otro van co-sintiendo. Con el fin de reflejar lo que en el enactment se produce, se establece un espacio de reflexión mutua para reconciliar a través del reconocimiento, los límites de cada uno para no herirse. ¿Pero dónde estaría en esto último la trampa kleiniana ortodoxa antes referida?

Ya no es una verdad que uno revela a otro. La verdad se construye en el campo de las sesiones. Las huellas en el espejo, espejan a los miembros en juego, ambos deben democráticamente conjugar qué o cómo dibujar sin roles fijos o perennes. Son contratos que se renuevan cuando se detecta en su relación de juegos flexibles en roles, algún conflicto binario someter/sometido, persigo-perseguidor, etc. Ambos son responsables en develar sus jugadas, no serviría que uno solo autentifique honestidad, pues quedaría cojo para revelar lo inconsciente sincero entre ambos. La clínica se va transformando en un nosotros lúdico, agotando cada vez más el poder dar espacio a descifrar el pasado, los contenidos inconscientes o la transferencia "del allá y entonces" del mismo paciente como eje. No ocurre porque Benjamin niegue estos espacios Freudianos, sin embargo, Benjamín con sus caminos va enlodando el terreno fértil para aparcar un trabajo clínico de recordar para no repetir desde lo inconsciente del aparato psíquico del paciente (Freud, 1914). Los tiros de la pelota salen fuera de campo a un centro de mutualidad que poco a poco aleja lo que Freud consigna como descifrar la piedra roseta de cada aparato psíquico particular. Los enigmas son trasladados a la "relación" misma como foco de atención, un área que esconde el aparato psíquico propio del paciente (si bien esto nunca es ignorado por Benjamin, pierde su notoriedad varias veces).
Benjamin nos contestaría que el aparato psíquico con su propia sexualidad enigmática no puede ser analizado sin contemplar su relación conviviente en su aquí y ahora. Si bien esto último tiene su verdad, no necesariamente debiese ser prioritario lo que sucede en el terreno mutuo, pues desliza las aguas inconscientes a ciertos pozos forzados que podrían ser mejor aprovechados mediante la asociación libre de sus fantasías FUERA del baile a dúo en dicho cuadrilátero encuadernado relacional.
No discuto si reflejar la luz en el campo de juego, revelando explícitamente ambas partes sus cartas jugadas nos permita coayudar a procesar lo inconsciente. Pero! se teje un tejido en otro lugar donde no necesariamente es dónde debería reflejar a priori.

Un analista extremadamente hostil al psicoanálisis relacional, es Leo Rangell. Quien denuncia que estos desarrollos alejan la búsqueda de la verdad del paciente, incluyendo los propios contenidos inconscientes de éste, todo en favor de centrar la importancia en la interacción analítica en sí misma, como algo central y casi único. Cambiando consigo el foco en "verdad histórica por resolución del pasado en el aquí y ahora, la transferencia del paciente se equipara a la motivación del analista para descifrarla, la contratransferencia es un elemento mayor de observación que la propia neurosis de transferencia, los roles de ambos se hacen indistinguibles, y se mira con igual atención los conflictos de uno y otro.
Rangell interpreta que esto proviene del interés a la igualdad, donde ahora que ambos participantes actúan (enact), en vez de uno hablar y el otro escuchar y tratar de entender.
La materia prima para Rangell no es la interacción, más bien son las fantasías e historias del paciente en sus defensas y proyecciones que reitera. Las cuales el analista busca analizar e interpretar.
La neurosis de transferencia deja de ser la figura central, siendo ahora la vida emocional del analista que se equipara en el tratamiento a la neurosis del paciente, que bajo criterios de igualdad, desaparece la relación única que el paciente tiene con su analista. Rangell concluye que en lo relacional cualquier cosa manifestada, tiene significado de interactuado, por lo que no hay mundo propio que focalizar, más solo un escenario.

Volviendo a Freud: ¿Qué nos quedaría de la espontánea proyección transferencial en las fantasías libres, si estas se cierran amoldadas a un baile conjunto que establece reglas de juego co-construidas?
Para dar un ejemplo como los trazados por Benjamin: Supongamos que cierta temática de miedo del paciente, angustia al analista. Lo cual genera un enactment entre el binario perseguir/ser-perseguido (el cual repercute un mayor miedo al paciente que busca perseguir un demanda que al analista le angustia, afectando cada vez más la relación en un tira-afloja): El juego relacional de representar bajo enactment roles, tal como Benjamin cita a Bateson, se convierte en una mordida, donde lo actuado en juego duele a modo literal. El analista para recablear dicha situación revela su angustia a su paciente para pactar un nuevo juego fuera del binario: Un reconocimiento mutuo para los propios límites y capacidades suficientemente buenas del analista ante los miedos del paciente.

No obstante, se arriesga a repartir la responsabilidad clínica al propio paciente, puesto que el analista al confesar sus límites de lo que el propio analista aporta. Irremediablemente deberá ser tomado ahora en consideración también por el otro jugador en su rol de paciente para ahora contener de algún modo a su analista. Al paciente, ahora, de modo implícito o inconsciente en su relación con su analista se le relega parte de la responsabilidad en cómo reconducir su propio tratamiento.
Sin embargo, retomando a Freud, la asociación libre venidera ya no será tan espontánea como antes, quedará filtrada-sesgada cada vez más por el mismo receptor que escucha. Por mucho que se hayan establecido democráticamente un tercero nuevo para evitar este tira y afloja transferencial (por uno menos dañino para ambos). Con ello, nos dirá Freud, se perderá la libre asociación espontánea del propio aparato psíquico inconsciente, que ahora se le antepone como figura cada vez más relevante, un otro concreto de sentimientos ya figuradamente reconocida. En otras palabras, si un paciente en conflicto por quiebre amoroso, se entera o eleva su sospecha que la analista está soltera o casada, esto de entrada puede sesgar las libres asociaciones venideras en su espontaneidad requerida para la sesión.
Obviamente no se trata de decirle algo tan burdo como confesar hasta la más última intimidad en detalle de su vulnerabilidad, pero se puede tropezar en revelar algo que a mediano plazo puede encrudecer la resistencias cuando se podrían haber evitado por otros medios menos forzosos a largo plazo.

Por supuesto que Benjamín podrá contra-argumentar a Freud en que la asociación puramente libre, nunca es libre y que no hay un contenedor neutral al cual uno le habla. Pero Freud podría responderle que si bien eso podría suceder, podemos convenir en que existen espacios menos manchados de huellas en el espejo reflejante, frente a otros espejos ya sobremanoseados, para poder allí proyectar algo que no sea sobre-filtrado, escapando su posible espontaneidad. Freud remataría: Aunque los espejos podrían tener rasguños, manchas, huellas dactilares encima para reflejar-reflejarse en una relación que conjuegue compromisos, no cualquier espejo está igualmente cargado de manchas, pues existen espejos más pulidos que otros. No da lo mismo cualquiera, se requiere entregar el nuevo departamento con las mínimas grietas y que sea el paciente quien vaya agrietando a su manera espontánea sin interferir siempre en duetos.
Pero de nuevo, tengamos a consideración que esto es una elección motivada por la ética en juego, más que meramente sustentarlo a pura teoría.

Un importante Psicoanalista Relacional como Aron, nos advierte (sin condenar su uso) del riesgo respecto al reconocimiento mutuo como vía de curación: Si solamente reconociéndonos en nuestra interacción con sus ritmos en cuanto surgen asperezas clínicas, se enmarcará la reparación mutua cuando se proponga un nuevo acuerdo democrático al arbitraje del juego en sesiones. Ante eso, Aron sin desconocer lo INTRApsíquico individual del aparato psíquico Freudiano, tiene reparos que ahora mismo los veremos.
Para ello, cabe aquí cabe preguntarnos: ¿Los impasses mismos del enacment surgen por receptiva mutualidad propiciada que conllevó sus aguas a nuevo "un aquí y ahora" de tipo relacional?
El entrampamiento como pasa en la ortodoxia kleiniana salta a la vista. Podemos legítimamente interrogar que de haber encausado el molino de la transferencia de otro modo, podríamos evitar o no requerir de una honestidad reveladora. Puesto que Aron, nos advierte que el intento de Ferenczi en ser lo más sincero con su paciente no exime que su propio inconsciente desfigure u oculte lo que cree ser sincero de sí, lo mismo el paciente. La transparencia no es más completa por un mero esfuerzo de ser sincero o trasparente de sí. Esto fue algo que tanto Aron como Freud siempre alertó y que Ferenczi o Benjamin no tuvieron miedo. ¿No tuvieron miedo por qué? No por la teoría, no tuvieron miedo por su ética, son desde allí valientes en su compromiso y fines responsables.

Siempre llamó mi atención desde los casos clínicos relatados por Ferenczi (1932) el efecto reparatorio que generaría dichas intervenciones de sinceramiento u honestidad ante sus pacientes. Siempre culminan en un "happy end", con cálida acogida de parte del paciente: "Primera vez en mi vida alguien es sincero conmigo. Siempre añoré que mi madre me hablara de esta forma. Creo que puedo integrar mejor mi resentimiento gracias a tu transparencia, etc". Similares ejemplos podemos ver siempre en los casos clínicos de Benjamín con sus matices felices resolutorios.
No dudo que tales viñetas clínicas sean verídicas, pero llama mi atención su absoluta efectividad que me abre a sospechar si Benjamín silencia otros casos, donde, muchas veces por transferencia previa y durante las sesiones, los pacientes suelen venir ya preparados para vengarse y restituir en descargas lo que habrían sido humillados en su pasado. Es decir, un analista que muestre mayor horizontalidad se convierte en el momento idóneo para dar la estocada que el paciente llevaba tiempo reprimida. Cuando finalmente la presa se agota y deja de huir, ya es hora de comer como premio. Dicho de otro modo, aquellos "happy end" que narra Benjamin no siempre son garantía, pues el sadismo del paciente siempre podrá tener descargar sus riesgos en la clínica. Justamente Freud en sus textos tempranos nos detalló la cura a través de la palabra que sustituye el acto vengativo escenificándolo a modo consciente en su recordar a través de sus figuras pasadas.

Su apuesta ética de ofrecer una reparación, ser testigo del dolor como medio de sanar heridas, mediante el reconocimiento mutuo del dolor. Es su operación basada en lo ético antes que en lo teórico. Este tipo de ética conlleva a tomar riesgos comprometidos por ajustar lo que el paciente necesitarían para reparar su abandono o fallas en su maternaje. Sin embargo, como nos alertó el propio Balint (1959), esto sería engordar la regresión en su sentido maligno (adictivo y perverso) en cuanto riesgo clínico. También se arriesga a forzar un aumento en la dependencia hacia el analista e infantilizar al paciente en su propia responsabilidad (en pacientes adultos) ante sus compromisos. Para Klein el proceso de destete es importante para la integración así como la castración de la omnipotencia infantil. Por supuesto que Benjamin o Winnicott nos responderá que en niños traumatizados o severamente abandonados por fallas aquel rodeo es necesario tanto teóricamente como éticamente (incluso en adultos si lo requieren aún asumiendo los riesgos perversos de regresión maligna establecidas por Balint).

Otro motor de sus intervenciones para emerger un "nuevo comienzo" en restitución de lo disociado del Self, es el "Uso del objeto" (ab-uso del objeto). Donde en una escenografía de mártir, el analista resiste, tolera y sobrevive a los ataques y exigentes demandas del paciente. Predicando que lo exigido es lo requerido para alojar un lugar que lo repare, para que así, posteriormente, al percatarse que el objeto usado del analista, ha sobrevivido, no se ha destruido, no ha desaparecido, aún en su pataleta de crisis en su derrumbe, logro en dicho proceso ser sostenido, no tan solo sobrevivió el paciente, también como mártir logro soportar las heridas el propio analista. Cuando el analista logra sobrevivir las mordidas voraces, el paciente logra retener como contenedor un analista con vida propia que lo contiene a regresionar en su reparación, cuya terapéutica radica en revivir de forma contenida su Trauma y desgarro para volver a renacer.

Dicho esto, nuevamente cobra relevancia la alerta de Balint con respecto a que no todo proceso de regresión implica una regresión benigna, algunas veces, generan regresiones malignas de tipo adictivas o de fijación perversas. En tanto se es mártir por alojar incondicionalmente a quien prematuramente se le perdona o testifica como supuesta víctima de un derrumbe, donde no siempre es tal. Proceso clínico cuyas sesiones revelan el propio ideal masoquista mártir del analista y su fé en resistir como vía crucis en la redención como vía de renacer resucitado.
Métodos y fines que exigen sobrevivir, extremar la paciencia, forzar la tolerancia, morderse la lengua, ser mártir, mantener compasión, ser omnipotente misericordioso, masoquista moral, madre LITERAL, etc.
No podemos volver omnipotente nuestra posición como clínico, aparentando que atolladeros así se resolverían necesariamente con más sumisión y paciencia. Pues el paciente que pacientemente espera termina siendo el terapeuta y no el paciente. En ciertos grupos en formación, está el riesgo de hacer gala o exigir Ideales mártires para el "uso" del objeto, donde es delgadísima la línea con el propio "ab-uso" del objeto.

Paradójicamente, el analista pregona un Falso Self frente a su paciente, demostrando omnipotencia sin ser capaz de expresar lo que siente, dejando sin límites a la pulsión destructiva o perversa-sádica de quien atiende.
Contrayendo su impotencia contra-transferencial, incluso evitando que emerja su verdadero self. Solidifican su Falso Self clínico bajo la esperanza que soportando y sobreviviendo por más tiempo, masoquistamente tolerando se llegaría a destino reparatorio.

¿Debemos irremediablemente ofrecernos como la madre suficientemente buena que no tuvo, para así reparar sus fallas ambientales, sobreviviendo a las pataletas o berrinches del paciente en sesiones?
¿Nos basta solamente con tener en cuenta que el paciente merece misericordia y piedad dada la infancia dolorosa que tuvo sin sostén? ¿No cabe más que aguantar nuestra contra-transferencia culpabilizándonos, teniendo que confesar nuestras propias dificultades al paciente para rendir cuentas?
La diferencia clínica entre «regresión benigna» y «regresión maligna» de M. Balint, es compleja en detectar cuándo el paciente estaría en modo regresivo «benigno» o en modo «maligno», justamente porque la línea es MUY difusa o delgada para distinguir. No es tan sencillo polarizar «benigno» como pena-soledad y «maligno» como destrucción-adicción. Como suele suceder, se dan ambas en diversas mixturas y dinámicas no posibles de separar tajantemente.

Soportar con pasión la destructividad e insultos del paciente, aguantar dando la otra mejilla cuando rompen cosas, aguantar mordiéndose la lengua y labios, etc.
Winnicott (1963) como gran clínico, también contuvo una ética por el sacrificio: "cuando su relación conmigo adquirió importancia, se excitó mucho, trepó al techo de la clínica, inundó el subsuelo e hizo tal alboroto que debimos interrumpir el tratamiento. A veces su conducta entrañaba un peligro para mí: un día se introdujo por la fuerza en mi auto, estacionado fuera de la clínica, y lo puso en marcha en primera por medio del arranque automático, al no tener la llave de contacto. Por la misma época reincidió en los robos y la conducta agresiva fuera del medio terapéutico. El Juzgado de Menores lo envió a una escuela de readaptación social, precisamente cuando el tratamiento psicoanalítico estaba en su apogeo. Si yo hubiese sido mucho más fuerte que él, tal vez habría manejado esta fase y tenido la oportunidad de completar el análisis". Winnicott se lamenta no ser "más fuerte" para aguantar, considerando dichos acting como el "apogeo" que el proceso debe manejar como "fase".
¿Qué pasaría sin quererlo o sin desearlo, provocamos en pacientes una regresión maligna sádica: una perversión de vínculo que torne adictiva su descarga pulsional para Uso de sus frustraciones? O como muy bien refiere Bion en la Relación Parasitaria: cuando la relación entre continente y contenido es dañina para ambos.
¿Siempre podemos llegar a tiempo para revertir lo polimorfo pulsional-parcial, si nos permitimos sobrevivir ante la agresión y el desprecio?
¿Dar la otra mejilla hasta que se aburra y así deje de abofetearnos? ¿Destetar poco a poco, aunque el pezón ya esté carcomido? ¿Quien pagará ese odio es el terapeuta para promover un primer «Don» que el paciente no obtuvo por las fallas?
¿Llegaremos así al nuevo destino tras la redención y sacrificio por lograr que el paciente valore y repare desde?
Incluso Benjamín (2019) narra un caso clínico de una paciente que desea asesinarla con pistola y ella a pesar de los riesgos, NO ABANDONA su paciente, aún si ella luego, le ofrece galletas que podrían estar envenenadas.

Winnicott no le restó importancia a la destrucción como pasaje para llegar a la objetividad y creatividad, la cual debe ser inicialmente sostenida en la sobrevivencia para finalmente alojar un objeto exterior independiente que reconoce.
Hay que entender que tanto la perversión pulsional-parcial como la adicción NO SIEMPRE son producidas por una carencia-falla Ambiente, también se generan por los excesos ilimitados de la pulsión (perversa polimorfa) sin destete ni castración.
El Uso del objeto en contexto de pacientes graves fronterizos, invitan a regresionar al paciente para que reviva y re-transite por el odio-destrucción puro sin límite como primera base para dar cuenta de la existencia del objeto como tal. Pero, dicha voracidad y sadismo pueden potenciarse más que apagarse. Es un arma de doble filo su apuesta. Podría ser un viaje sin retorno dejarse dañar con daños irreversibles que al comienzo, subestiman la destructividad o perversión sin empatía.

Pero brindando voz a Benjamin aquí, para otorgarle a ella la última palabra. Benjamín podría agarrar todo este tablero de ajedrez con sus piezas teóricas y ponerlo de cabeza. Pues para ella, otro camino conllevará al irremediable Falso Self del analista, cuestión que es aún más hipócrita y perjudicial a largo plazo, frente a su método de reconocimiento mutuo en su intento de volver sincero la conjugación en sesiones para repactar nuevas jugadas. Sostener
como mártir demandado en el auxilio a quien sufre por un supuesto trauma, se pagará un alto precio de no hacerlo por si alguien realmente lo necesitó, más allá si el paciente perversamente maltrate a la analista. Es un gran riesgo a correr, sí, pero podrá salvar (testimoniar) una vida que tuvo algún derrumbe real. Benjamín acá no necesita de una u otra teoría que la respalde su clínica, solamente nos advierte que su ética es tan rigurosa como la de cualquier otro analista que podría caer en su Falso Self clínico de conservar moduladamente las formas formales.
Obviamente, para despejar ridículas caricaturas, no se trata que el analista camine con el corazón abierto al desnudo o que todo Falso Self sería errático (el propio Winnicott nunca dijo que el Falso Self a priori es algo malo siempre). Pero cruzar el umbral que arriesgue a un Tercero que ilumine el juego del garabato en un mutuo reconocimiento alienta a la reparación mediante la genuina relación.
Para Benjamín lo ético procede también en lo político: Armar comunidad, sesiones grupales para la reconciliación que testifique a escuchar víctimas, reparar las culpas, abrir el perdón entre con-vivientes. Benjamín apunta también más allá del encuadre analítico, des-amurallándolo de ser posible.

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