Esto es un extracto de una Tesis publicada por 3 autores (incluyéndome). Lo que se expondrá aquí, es una extracción de algunos aspectos importantes que yo mismo redacté en ella. No obstante, la Tesis en su globalidad (aparte de lo que redacté en ella que es lo que publico en mi Blog) aborda además una mirada crítica desde el análisis de discurso con entrevistas y de un marco desconstructivo sobre las implicancias ético-sociales de un diagnóstico como el TOD o los Trastornos de Conducta.
A partir de los Manuales Psiquiátricos del DSM IV o CIE 10 es relevante considerarlos en el contexto Latinoamericano, especialmente en el Chileno. Debido a que si los estandartes de la clasificación estadística diagnóstica son pertenecientes a las necesidades y aspectos socioculturales de Europa y Norteamérica, claramente se están importando modelos diagnósticos sin una adaptación a los contextos socioculturales que no dan cuenta a las respectivas necesidades sociales ni a qué objetivos o mejoras se derivan para un país como Chile ¿o acaso habría que pensar desde lo que para un país de culturas y políticas públicas distintas éstas deberían ser isomorfas a las de Chile o Latinoamérica?. En tal caso ¿lo oposicionista y desafiante es una conducta universal en cualquier rincón de occidente, las cuales responden a las mismas desviaciones normales? ¿Qué ha imposibilitado una construcción de un diagnóstico de patologías en Latinoamérica? ¿A qué necesidades sociales responde China para la "Chinese Classification of Mental Disorders" (CCMD) en crear manuales clasificatorios distintos a los otros mencionados?
Por ejemplo, tal como en evaluaciones del Coeficiente Intelectual del WISC III que tiene una adaptación estadística Chilena en el 2007 ¿no tiene importancia adaptar la nosología Psiquiátrica o no se necesitaría por alguna razón de objetividad y universalidad a priori?
No abogo con que un Manual adaptado a la idiosincracia Latinoamericana en sus expectativas socio-funcionales o laborales solucione el tema, pero es importante abrir el punto desde la validez diagnóstica exportada desde lo extranjero.
Trastornos como el TOD (Trastorno Oposicionista Desafiante o Negativista Desafiante) y/o el TDAH (Trastorno por Déficit Atencional) son usualmente medicalizados a los menores de edad. Desde el lugar o espacio de la Psicología, en base al punto anterior, consideramos al igual que Bleichmar (2009:101), que “uno de los grandes problemas de la medicación es que al producir un aplacamiento a veces excesivo no posibilita una recaptura simbólica de la experiencia que prepare al aparato a nuevas experiencias.”
Importante es mencionar que el TOD puede llegar a una co-morbilidad (diagnosticarse ambos "trastornos") de hasta un 80% con el TDAH, lo cual lo hacen en la familia de trastornos de la conducta, primos hermanos en cuanto su diagnóstico.
Para introducir este tema en su contexto social para problematizarlo, es importante considerar la idea de la Modernidad sobre la adaptación propiamente tal, de las cuales derivan e insertan prácticas sociales en las subjetividades de las últimas décadas. En tal sentido, “el cuerpo ya no se descarta por ser pecador, sino por ser impuro en nuevo sentido: imperfecto y perecedero. Y, por lo tanto, fatalmente limitado. Por ser viscoso y meramente orgánico, ha quedado obsoleto. Pero la misma tecnociencia se propone repararlo y transcenderlo, gracias a las metáforas que emanan de los centros de investigación y plasman sus efectos de realidad en el mundo y en la carne humana.” (Sibila, 2005:115). Esta génesis al mejoramiento del cuerpo humano por la tecnociencia se instituye en “el momento en que nace un arte del cuerpo humano, que no tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil, y al revés.” (Foucault, 1976:141). De ellas se forman una serie de políticas “que constituyen un trabajo sobre el cuerpo, una manipulación calculada de sus elementos, de sus gestos, de sus comportamientos.” (Foucault, 1976:141). Así mismo, “el cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone. La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos "dóciles". La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia). En una palabra: disocia el poder del cuerpo; de una parte, hace de este poder una aptitud", una "capacidad" que trata de aumentar, y cambia por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar, y la convierte en una relación de sujeción estricta.” (Foucault, 1976:142).
Entender aquello nos revela que "estamos sujetos al poder por medio de "verdades" normalizadoras que configuran nuestras vidas y nuestras relaciones. Estas "verdades", se construyen y se reproducen en el funcionamiento del poder, las cuales son normalizadoras, en el sentido de que construyen normas en las cuales se incita a las personas a moldear sus vidas.” (White & Epston, 1993:35).
Se hace necesario entonces comprender cómo a lo largo de la historia los significados sociales han ido transformándose, en donde, "ser mirado, observado, referido detalladamente, seguido a diario por una escritura ininterrumpida, era un privilegio. Lo cual implicaba que la “crónica de un hombre, el relato de su vida, su historiografía relatada al hilo de su existencia formaban parte de los rituales de su poderío." (Foucault, 1976:196). Ante la cual hoy en día desde la modernidad, es totalmente al revés, debido a que estos "procedimientos disciplinarios invierten esta relación, rebajan el umbral de la individualidad descriptible y hacen de esta descripción un medio de control y un método de dominación. No ya monumento para una memoria futura, sino documento para una utilización eventual. Y esta descriptibilidad nueva es tanto más marcada cuanto que el encuadramiento disciplinario es estricto" (Foucault, 1976:196).
A este tipo de registros, en el cual nos enfocaremos "lo vemos, bajo la forma de tests, de conversaciones, de interrogatorios, de consultas, rectificar en apariencia los mecanismos de la disciplina: la psicología escolar está encargada de corregir los rigores de la escuela, así como la conversación médica o psiquiátrica está encargada de rectificar los efectos de la disciplina de trabajo.” (Foucault, 1976:229).
Con ello es legítimo preguntarse: ¿quién es desafiante a quién? o ¿quién es el desafiador o el desafiado? Ya que ser oposicionista a un otro, conlleva al otro posicionarse como opositor del sujeto también, por tanto, no hay una neutralidad objetiva desde donde la posición sea neutra ante la oposición del otro (del niño). De modo que al final ¿Vemos entonces una salud mental que trabaja por el bienestar subjetivo o más bien hacia un bienestar de la institución (psiquiátrica y escolar en este caso)?
Esbozando la complejidad en lo socio-cultural que atañe este tipo de diagnósticos psiquiatricos, es esencial considerar las características y construcciones subjetivas del “yo” a lo largo de la sociedad. Por tanto, entendemos al "yo" como "una organización que se caracteriza por una singular aspiración a la unidad, a la síntesis" (Freud, 1925:2919), que en cuya aspiración a la unidad de síntesis como un "yo" radica a que de lado del inconsciente se persiguen distintas pulsiones con "fines independientes unas de otras y sin atenderse entre sí" (Freud, 1925:2919). Por lo tanto, la coherencia de un "yo" unificado es un ideal social en las que “todas nuestras instituciones sociales están constituidas para personas con un yo unitario, normal, al que se puede clasificar de bueno o malo y que llena su función o es excluido de ella por una influencia poderosa. De aquí la alternativa legal de responsable e irresponsable" (Freud, 1925:2935). Lo que conlleva entonces a una serie de presupuestos en las diversas prácticas sociales que comparten un ideal sobre los seres humanos como “yoes” con autonomía, elección y responsabilidad sobre sí, dotados de una aspiración psicológica de autorrealización, que llevan su vida, real o potencialmente, como una especie de empresa de sí. (Rose, 1996).
Sin embargo, los seres humanos viven sus vidas moviéndose constantemente en distintas prácticas que los subjetivan de modos distintos. Las técnicas de relacionarse consigo, como un sujeto con capacidades únicas, merecedor de respeto, chocaron con las prácticas de relacionarse consigo como blanco de disciplina, deber y docilidad. La demanda a descifrarnos en términos de alguna autenticidad de los propios actos choca con la demanda política o institucional de que nos gobernemos por la responsabilidad colectiva en una toma de decisión organizada, aún cuando se esté personalmente en contra. En donde ciertamente existe la demanda ética de sufrir nuestras penas en silencio y encontrar la manera de continuar (Rose, 1996).
Tomando nuestro tema del TOD y su clasificación en la infancia, este es el sector más intensamente gobernado de la existencia personal. El niño moderno se ha convertido en el foco de innumerables proyectos que afirman protegerlo del daño físico, psíquico y moral para asegurarse su desarrollo “normal”, para promover activamente ciertas capacidades y atributos tales como la inteligencia, la educabilidad y la estabilidad emocional. (Rose, 1990)
Estos atributos en la Modernidad que emergen como “una "invención" de esta nueva anatomía política no se debe entender como un repentino descubrimiento, sino como una multiplicidad de procesos con frecuencia menores, de origen diferente, de localización diseminada, que coinciden, se repiten, o se imitan, se apoyan unos sobre otros, se distinguen según su dominio de aplicación, entran en convergencia y dibujan poco a poco el diseño de un método general. Se los encuentra actuando en los colegios.” (Foucault, 1976:142). Sin olvidar también que “cuando las escuelas comenzaron a atender a más niños durante más tiempo, y cuando empezaron a interesarse por su adaptación además de por su aprendizaje intelectual, se agregaron nuevos especialistas”. (Morse citado en Harwood, 2009:103)
Este auge de especialistas trajo consigo una “serie de lenguajes y técnicas “Psi”, que han venido a constituirse como un conjunto de articulaciones entre las técnicas de gobierno y las prácticas de libertad en nuestras sociedades. Se trata de una multitud de técnicas sobre “lo humano”, esparcidas por multitud de ámbitos sociales, académicos e institucionales, extendidas desde las revistas especializadas hasta los departamentos universitarios, y que dotan al ejercicio de la “autoridad experta” de cierto “perfil ético” (Cayuela, 2006:4). Toda aquella extensión “ejercida por trabajadores sociales, psiquiatras, psicoanalistas, pedagogos, etc., (…) este “complejo de saberes psi” no viene a reprimir una libertad primigenia, ni instalan controles y represiones sobre una espontaneidad originaria y “natural”. Bien al contrario, producen “subjetividades” y “ámbitos de acción”: tipos de subjetividad, escenarios de relaciones posibles, formas de saber y placer, etc.” (Cayuela, 2006:5)
Detrás de esto, una modalidad fundamental para estas prácticas es el uso del registro personal al rendimiento: el examen. Estos "constituyen al individuo como objeto y efecto de poder, como efecto y objeto de saber. Es el que, combinando vigilancia jerárquica y sanción normalizadora, garantiza las grandes funciones disciplinarias de distribución y de clasificación, de extracción máxima de las fuerzas y del tiempo, de acumulación genética continua, de composición óptima de las aptitudes” (Foucault, 1976:197).
Las disciplinas "Psi", en parte como consecuencia de su heterogeneidad y falta de paradigma único, han adquirido una particular capacidad de penetración en relación con las prácticas para la conducción de la conducta. Rápidamente, se diseminaron por su posibilidad de ser traducidos a programas destinados a reconfigurar los mecanismos de autoconducción de los individuos, ya sea en la clínica, el aula, el consultorio, la columna de consejos de alguna revista o los programas donde la gente se confiesa por televisión. (Rose, 1996). Estos programas de autoconducción son los que emergen en actos diagnósticos como el TOD como control de las conductas hacia un rendimiento satisfactorio. Un ejemplo de estas tendencias sobre la práctica psicológica reside en la “tendencia a utilizar los descubrimientos de la ciencia, no para facilitar y racionalizar las actividades humanas, ayudar a los individuos en sus tareas y en su vida, obteniendo además mayores rendimientos, sino para explotar a los hombres en su propio rendimiento" (Deleule, citado en Ramírez, 2009:49).
Ante la pregunta ¿Qué es el Trastorno oposicionista desafiante? Camilo Ramírez Garza nos arroja otro nombre al mismo: "de cómo los adultos no sabemos qué hacer con los niños y jóvenes, y por eso nos inventamos quien sabe que criterios para patologizar el hecho de no poder ejercer la autoridad con ellos".
Haciendo una retrospectiva al pasado, encontramos en 1851 un trastorno que guarda similitud dentro de la ética del poder hegemónico, con aquellos signos y síntomas del TOD. Se trata de la Drapetomanía (Jackson, 2002), el cual es un trastorno mental que padecían los esclavos negros, consistente en unas ansias de libertad o una expresión de sentimientos oposicionistas a la esclavitud. Este trastorno fue registrado por el Dr. Samuel A. Cartwright, perteneciente a la Louisiana Medical Association.
Si cambiamos la palabra "esclavos" de aquella época, por "niños" o "jóvenes" y cambiamos la palabra “esclavitud” por “autoridad”. Veríamos que corresponden al ejercicio de un saber que instala un poder similar o idéntico al TOD moderno actual. En otras palabras, el TOD es la Drapetomanía moderna en Psiquiatría. Cambian los actores y los escenarios, pero la temática de poder sigue en pie como un problema de trastorno médico.
Con Foucault cobra suma relevancia el preguntarnos en este momento: ¿Qué es el poder? Del cual entendemos "un ejercicio del poder como el modo en que ciertas acciones pueden estructurar el campo de otras acciones posibles. Lo que sería propio de una relación de poder es que esta es ser un modo de acción sobre otras acciones.” (Foucault, 1983) El poder en tanto actúa "sobre otra acción, sobre acciones existentes o sobre aquellas que pueden surgir en el presente o en el futuro … Es una estructura total de acciones que opera sobre acciones posibles; incita, induce, seduce, facilita, o dificulta; en el extremo, restringe o prohíbe absolutamente” (Foucault citado en Harwood, 2009:88).
Estudiar el poder debe entenderse en el cómo y no en el dónde, ya que preguntar por el donde es sugerir que en alguna fuente emana su poder, como si al encontrarse o descubrirse aquellos efectos del poder podrán eliminarse. Entenderlo de dicho significa contrariar la conceptualización de poder en cuanto relación. No se niega la posibilidad de un lugar en donde existe el poder, sino mas bien proponer al poder como algo multimensional y con diversas funciones (Harwood, 2009).
Retomando el diagnóstico respecto al TOD, el considerar que las relaciones de poder operan únicamente en el momento del diagnóstico es adoptar una perspectiva superficial que ignora la disonancia de las acciones que compiten por ejercer poder unas sobre otras. Hay que considerar de este modo que si a una persona se le diagnostica un trastorno de conducta no es resultado de un único poder. (Harwood, 2009). Por ejemplo, en tal sentido cabe preguntarse: ¿A qué tipo de modernidad laboral está respondiendo el modelo de normalización del TOD? ¿En dónde se demanda más tal tipo de diagnostico, en qué esferas sociales o judiciales? ¿Es de igual importancia un TOD de clase baja a uno de clase alta? ¿Cuál es más visible o controlable?
El acto diagnóstico no es una acción aislada de otras relaciones, es un acto que adquiere autoridad, dominio, acción sobre otros saberes para comandarlos hacia una práctica que mientras abre refuerzos, también se topa con asistencias nuevas tras cada apertura de movimientos. Estas relaciones de poder: "se hallan establecidas entre instituciones, procesos económicos y sociales, formas de comportamiento, sistemas de normas, técnicas, tipos de clasificación, modos de caracterización; y estas relaciones no están presentes en el objeto; no son ellas las que se despliegan cuando se hace su análisis; no dibujan su trama, la racionalidad inmanente, esa nervadura ideal que reaparece en su totalidad o en parte cuando se la piensa en la verdad de su concepto." (Foucault, 1970:74). Lo que dice Foucault resulta interesante respecto que en este caudal socio-laboral de normalización, el “objeto” es invisibilizado desde las distintas instituciones, incluyendo el acto diagnóstico que subyace fundamentado en el discurso científico.
Además los "signos" en el diagnóstico de un TOD pronostican lo que va a ocurrir, en donde lo no visible en el signo éste podrá indicar el resultado más lejano en lo que estaría por venir, de modo que en el TOD " ya se le pueden asignar elementos; tiene un fin ya que se pueden calcular sus resultados; por consiguiente es un todo colocado en los límites de la invasión y la determinación" (Foucault, 1995:133). Lo que puede significar por ejemplo tanto el empeoramiento hacia un Trastorno Disocial, Antisocial o algún Trastorno de la Personalidad en el Eje II del DSM IV-TR.
Desde una mirada sobre el poder y de la deconstrucción del acto diagnóstico, uno de los fines de esta comprensión teórica en nuestro análisis es tratar de “marcar y aflojar los límites del sistema, trastornar el edificio en sus propios desajustes. Por tanto, la desconstrucción apunta a agravar las fisuras, a mortificar la plenitud adormecedora de la presencia, que es el centro alrededor del que se constituye la metafísica” (Ferro, 2009:90). Se entiende de ello que la finalidad es entrever en el TOD “una raspadura que deja leer lo que disimulaba, revelando un corrimiento que exhiba en el texto lo que violentamente intentaba ordenarlo desde afuera.” (Ferro, 2009:91) Debido a que si no hay fuera del texto, implica, que aquel concepto de texto que posee el TOD en general, ya no es algo “interior cerrado de una interioridad o de una identidad propia” (Derrida citado en Ferro, 2009:109). En otras palabras, "el afuera, lo más lejano, es -paradójicamente- lo que conforma el adentro, lo más cercano. El pensamiento se afecta a sí mismo al descubrir el afuera como su propio impensado. Cuando lo lejano es lo más próximo, se constituye el espacio del adentro. Espacio que permanece presente en el afuera y que dibuja la línea del pliegue, interiorizándose. Pensar es plegar, es bosquejar en el adentro los rasgos del afuera" (Díaz, 1994). No es el TOD una lectura cerrada en sí misma donde se puede copiar y pegar el diagnóstico a un cuerpo de otro. El TOD no tiene un afuera, de tener un afuera, no estaría relacionado con nada, sería una esencia por sí misma, una metafísica que olvida los diversos tejidos por los cuales en la diferencia, mantiene una huella encapsulada por dispositivos de poder que la replican, la repiten, la resisten al cambio.
Aceptar esa forma de escritura en el TOD tal como pretende la institucionalidad psiquiátrica “impone sólo un modo de lectura, recorta toda posibilidad de leer los sentidos textuales que trastornen la trasmisión de la verdad univoca” (Ferro, 2009:131). Así la pretensión de la clasificación de su texto se “presenta como portadora de una anterioridad, la lectura como una tarea derivada, exigida por el saber retenido en la letra” (Ferro, 2009:131). Entendiendo al texto como “todas las estructuras llamadas reales, económicas, históricas, socio-culturales, en suma: todas las referencias posibles. Otro modo de recordar que no hay nada fuera del texto” (Derrida citado en Ferro, 2009:18)
Todo esto cobra relevancia respecto al diagnóstico clínico del TOD en tanto que este ”último discurso, en el que se enuncian todos los discursos, lo vuelvo a interrumpir al decírselo a aquél que lo escucha y que se sitúa fuera de lo dicho que dice el discurso, fuera de lo que este abarca. Lo cual es verdadero también respecto al discurso que en este mismo momento estoy en trance de sostener” (Derrida citado en Ferro, 2009:19). No existe por esto mismo una finalidad o cierre discursivo del diagnóstico.
Todas las relaciones discursivas o textuales, según se ve, “no son internas del discurso: no ligan entre ellos los conceptos o las palabras: no establecen entre las frases o las proposiciones una arquitectura deductiva o retórica. Pero no son, sin embargo, unas relaciones exteriores al discurso que lo limitarían, o le impondrían ciertas formas, o lo obligarían, en ciertas circunstancias, a enunciar ciertas cosas. Se hallan, en cierto modo, en el límite del discurso: le ofrecen los objetos de que puede hablar, o más bien (pues esta imagen de ofrecimiento supone que los objetos están formados de un lado y el discurso del otro) determinan el haz de relaciones que el discurso debe efectuar para poder hablar de tales y cuales objetos, para poder tratarlos, nombrarlos, analizarlos, clasificarlos, explicados, etc” (Foucault, 1970:75). Un caso concreto de esto en el TOD lo vemos cuando nos preguntamos: ¿A qué necesidad, articulación lógica, la agrupación de conductas se amoldan cada uno de ellos en la configuración del TOD? ¿Es una razón obvia por ejemplo agrupar rencor con las pataletas? ¿Qué se dé mayormente en estratos socioeconómicos bajos es algo sin una causa social detrás? Hemos de entender que la operación esencial no es tanto la combinación de signos sino el orden a una transcripción sintáctica, en donde una teoría del TOD debe ser el simple enunciado del encadenamiento de la clasificación, entendiendo que el segmento observable aislado, no significa nada por sí mismo sino comienza a entrar en la composición con otros elementos (Foucault, 1995). Ya que para el diagnóstico, cualquier añadido como "sus predispociones, su edad, su género de vida, y toda una serie de acontecimientos, que con relación al núcleo esencial representan accidentes" (Foucault, 1995:23). Intentando con ello distinguir los síntomas de los "accidentes", como si el paciente fuese algo exterior desde lo cual sufre síntomas (Foucault, 1995).
Así comprendemos la exterioridad como algo que conforma la misma “interioridad” del texto, en este caso el DSM IV-TR y CIE 10. Más aun, “llevar el mundo al texto es postular que el texto tiene una extensión tan abarcadora que excluye un mas allá” (Ferro, 2009:34). De esta misma forma “estas prácticas no están restringidas a las cuatro paredes del consultorio del médico. Estas son prácticas que circulan más ampliamente (en los periódicos, en la radio, etc.) y pueden reconocer al niño problemático en diversas formas” (Harwood, 2009:106).
La lectura deconstructiva se desliza en la superficie rugosa de los textos, uno de sus gestos constitutivos lo constituyen las diversas modalidades de los injertos que se van tramando en su textura (Ferro, 2009). ¿O acaso hay que entender el TOD como resistencia solo desde el lado (oposición) de quien fue clasificado?
Lo interesante que nos lleva a cuestionar el TOD no es tanto solamente su clasificación, su expectativa social a la normalidad, más bien se encuentra en su misma sanación o tratamiento. Es en el tratamiento donde podemos ver cómo se conjugan las distintas redes de acción del poder. Es como si en el TOD, apenas en su “aparición” al diagnosticarse, paulatinamente se degrada. Partiendo por su problematización, como algo que hay traducir y codificar para la acción de las distintas colectividades o “textos”, éstas se fragmentan cada vez más y esa nuclear “sólida” problematización en donde vaya pisando terreno el TOD, ya sea en la gradualidad del fármaco, en los estratos socioeconómicos, en el entorno familiar-social, vemos entonces que en el mismo tratamiento esconde su pluralidad con otros discursos. En caso contrario veríamos una represión de la clasificación a sostenerse por el poder intentando persuadir alarmando sobre el mantenimiento del síntoma clasificado como algo atemporal, de riesgo social, sino, la clasificación no tendría sentido, ya que sería solamente una posibilidad más entre otros.
Es de esta manera que en el espacio de la práctica psiquiátrica en relación con las demás prácticas, los objetos por ella considerados pueden entrar en relación conflictiva con los objetos propios de otras prácticas, así mismo, "los límites entre las prácticas no siempre están claramente marcados y puede haber conflictos de jurisdicción así como transferencias de una a otra." (Braunstein, 1980:49)
No hay que olvidar también que está en juego el prestigio y el éxito del profesional a quien se solicita, por tanto no es menor considerar las propias resistencias del profesional ante sus fracasos o de qué modo se disculpa de ellos por fuera o por dentro de su espacio de acción. Ya que allí, justamente es en donde el profesional se hace objeto de su propio quehacer tras clasificar, poniendo en riesgo o no su autoridad y sentido de pertenencia al actuar con legitimidad. De ese modo los otros expertos “pueden involucrarse o participar en el diagnostico de niños problemáticos (el pediatra, el psicólogo clínico, el médico generalista), es la función del psiquiatra la que esta investida de autoridad definitiva” (Harwood, 2009:94).
La palabra "normal", busca homogenizar, hacer del "desorden" de las diferencias y las particularidades de cada quien ordenarlas y homogeneizarlas según la comparación. Desde la comparación se busca la media sana de la desviación insana que queda en desventaja en ni más ni menos que en el rendir. Esto se conlleva mediante la codificación del deseo mediante el poder "significa que quienes ejercen un poder buscan “interpretar” el deseo de aquellos sobre los que ejercen hegemonía. Es decir, darle una representación para que se haga consciente. De manera tal que al codificar el deseo se torne manejable. Se torne también previsible y “despotenciado” para los cambios. Considerando además que el deseo, en sí mismo, esto es sin representación, no tiene objeto, es ciego. Simplemente desea. Cuando el deseo es manipulado para ejercer dominio sobre las personas, se lo rotula, se etiqueta, se le pone nombre. Los sujetos, entonces, “saben lo que quieren”, aunque siguen sin saber que ese deseo les fue impuesto. Por ejemplo, en el capitalismo, se codifica el deseo como mercadería para ser consumida. De este modo, se aporta al sistema capitalista y se facilita la tarea de gobernar. Lo primero, porque se fortalece el dispositivo económico neoliberal, y lo segundo, porque se borran las diferencias, ya que se supone que son fuente de conflictos." (Díaz, 1999) Así mismo, esto último ocurre con el TOD en donde se lo rotula primero para luego otorgarles un horizonte a fines para el consumo de los expertos en las técnicas "Psi", para que canalicen el deseo del niño o joven, para así facilitar la tarea de gobernar. De manera que, en caso que esa angustia ya no se comprenda por la enajenación alienante normativa, la píldora psiquiátrica va en ayuda como el tragarse una institución, con el fin que todo discurso se condensa en una píldora, por lo tanto “no hay que hablar sólo hay que tragar".
Ya no importan quien tenga la culpa o la responsabilidad del suceso ocasionante del trastorno de conducta, afortunadamente se cuentan con una amplia red de profesionales que auxilian como bien sabemos la multidimensionalidad que presenta sus causas, buscar un responsable sería aislar una variable en desmedro de otras sin entrever su reciprocidad. Intuitivamente la discrepancia solo imposibilita el funcionamiento de los mecanismos de control, desajustando su autoridad, por ello, es más valiosa la tolerancia disciplinaria donde cada uno gane su espacio.
Esta red de auxiliares expertos multidisciplinarios (educadores diferenciales, psicopedagogos, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales) permite abordar la complejidad del niño con mayor minuciosidad en sus dimensiones, garantizando con mayor probabilidad un buen rendimiento y adaptación, sin escapar al más mínimo detalle las conductas que son registradas por los informes que cada auxiliar-experto se coordinan en un plan de salvataje normativo-social. Aunque quizás muchos de ellos no comparten Epistemologías o Metodologías comunes, sí comparten para unirse interdisciplinariamente, una noción ética del comportamiento, de los deberes, de la normalidad y la adaptación con el menor roce de conflictos que puedan subsistir. Para ello cada dimensión no vislumbrada por algún experto recae como nuevo contenido semántico a esta sintaxis monocorde común que es el tratamiento a niños problemáticos. Por ello, “probablemente, lo que compartan todos estos expertos sea una conexión con los discursos de comportamiento problemático” Harwood, 2009:102). Estos rasgos comunes buscan decidir con seguridad entre varios tratamientos cuales "ofrecen más certera en el éxito, aprovechar la experiencia; percibir las ocasiones; combinar todas las posibilidades; calcular todos los azares; soportar sus caprichos; manejar su carácter y regir su voluntad, como un padre tierno que guía por el destino de sus hijos" (Foucault, 1995:129)
Con este pacto de alianza y posible consenso, ya no importa tanto si un auxiliar-experto contradice a otro en la importancia de un fenómeno en abordar, cada experto tiene el derecho de intervenir en su espacio informando de sus avances, posibilitando así que los expertos utilicen la información del otro para depurar su propio diagnostico y tratamiento. No olvidando que la nomenclatura también delinea los espacios tanto de objetos que incluye como también de los que habrán de producirse para rellenar en su trama aquella demanda social que hará oportunamente resaltar sus exigencias para pensar los nuevos objetos a redefinir e integrar (Braunstein, 1980).
Hay que dar cuenta no tan solo las incongruencias y contradicciones; también ese intento de alianza. Sin olvidar en preguntarnos a qué necesidades surgen aquellos equipos multidisciplinarios, ya que por lo desglosado, vemos que cada disciplina o institución de control no se sustenta con efectividad por si sola para lograr un control normativo. Hay que entender que el diagnóstico no se realiza una sola vez, más bien se monitorea se registra semana a semana los progresos o avances según los objetivos estipulados. Provocando que el mismo diagnóstico varíe en su énfasis encontrando otros problemas de mayor importancia y girar completamente el diagnóstico en la medida que se diferencian y se derivan más variables en juego.
Siendo el TOD un trastorno inserto en los trastornos de la conducta, se hace necesario distinguir en lo posible qué hace al TOD un diagnóstico diferenciado de los demás trastornos conductuales. Por tanto, podemos contemplar que un trastorno como el déficit atencional se enfatiza su lugar y posición mas acentuadamente en aspectos de rendimientos académicos o sociolaborales, donde la desconcentracion atenta contra el flujo institucional requerido a ciertas tareas o asignaciones esperadas. Mientras el TOD por su parte se enfatiza más en lo conductual por aquellos aspectos que pongan en cuestión la autoridad que se requiere en los reglamentos escolares, sean cual sean las conductas que desemboquen en aquellos. Es justamente así como un trastorno por déficit de atención es comorbido a un oposicionista desafiante en tanto que ambos atentan al ritmo autoritario de la institución. En este sentido, resulta relevante dar cuenta que algo en el orden del oponerse o negarse a un mandato o decición se asume de forma automática que tras ello existe un desafio. Resulta por ello importante mostrar que el TOD por su parte contiene dichos elementos en disputa. No existe en la literatura médica o psicopatológica algo como el Trastorno Oposicionista o algo como el Tratorno Desafiante, existe el Trastorno Oposicionista Desafiante o Trastorno Negativista Desafiante, como las dos caras de una misma moneda que no pueden ser una sin la otra.
Conclusion:
A partir de esto, hay que hacerse las complicadas preguntas profesionalmente comprometidas de: ¿Hasta qué punto el sacrificio por el cambio social desde la crítica en miras por la libertad del sujeto no acarrearán nuevos costos por sobre quien enfrente el conflicto social o status quo?
Es importante considerar a quien uno se refiere como aquel sujeto coartado en su diferencia y que implicancias tiene posicionarlo o potenciarlo como un actor critico de su situación, sumergiéndolo entonces en una lucha conciente de algo que era inconciente en su discurso anteriormente.
Otorgar voz abriendo las diferencias no encontradas por el TOD implica posicionar en nuevo escenario político, las redes de poder imperantes en los discursos sociales.
¿Tiene que ver el análisis crítico discursivo entonces con la búsqueda de una cierta libertad? Nos parece que aquello llevará sin duda a una lucha constante dentro de la propia particularidad que desea hablar, frente a la homogeneidad que diacrónicamente genera el lenguaje y el consenso social. Por tanto, se hace necesaria aquella vía ética como el lugar de un surgimiento de la subjetividad como tal ante su encuentro con la alteridad.
¿Será acaso posible que el otro camino que hemos abordado críticamente durante esta tesis, de comprometer al paciente a una nueva responsabilidad social institucional de ceder y adaptarse a ciertos ritmos y diferencias en favor de una supuesta armonía que promete alguna recompensa a mediano o largo plazo por el dominio (control) pulsional, sea una validez ética tan consecuente como la anterior dicha?
Sin duda, a lo largo de la tesis llama la atención aquel discurso de la nueva promesa (en la adaptación conductual) por la responsabilidad del control pulsional y consenso normativos (que eviten el agravamiento predicho futuro del trastorno) para una futura recompensa y estabilidad social. En ellas se da por cierta obviedad que la meta institucional en sus diversos discursos, si se ajustan eficientemente los distintos enunciados en satisfacer los compromisos abrirán las puertas de cierto bienestar (Salud Mental). Las cuales en ellas sin duda se generan nuevos injertos ideológicos que normalizan y cosifican las subjetividades alienándose.
Pese a lo dicho, siempre recaeremos o retomaremos aquellos viejos retoños éticos filosóficos, los cuales versa: ¿La virtud está en la libertad o en el compromiso colectivo o en ambos y siendo ambos en qué grado? Claramente por mucho que abordemos aquellos encuadres no podremos detenernos a una respuesta final. Cada respuesta dependerá en la innumerable complejidad que arrasa en constantes incompletudes de discurso y coherencia pulsional. Así volvemos a Freud en descifrar que toda ética presenta por humanidad una imperfección que las constituye pulsionalmente.
Para cerrar, queremos señalar que este trabajo de Tesis, no es un trabajo de Psicología, ni de Psiquiatría, ni tampoco de Sociología, es más bien como todo trabajo o acto investigativo, un quehacer de la ética. Si no entendemos esto primero al momento de leer esta tesis, no se entenderá qué tronco y cuáles son las líneas posibles donde apuntan cada uno de nuestros enunciados y discusiones al tema. Debido a que justamente el conocimiento siempre está entretejido entre lo político y ético.
No hay comentarios:
Publicar un comentario