Es como si el capitalismo a gritos dijese: "Patentemos y condensemos todos los deseos humanos bajo el símbolo del dinero". Si el dinero es el símbolo tanto del capitalismo como para el intercambio de las acciones múltiples humanas. La condensación del deseo en el dinero o su metaforización de la vida bajo el capitalismo, provee al capitalismo su motor fundamental: "todos los deseos son fruto de la oferta y la demanda."
El dinero en su pureza no es más que un papel coloreado. Son los átomos que si se agrupan lo suficiente conforman moléculas cada vez más grandes que nos otorgan objetos y grandes lujos. Las pulsiones del Eros se condensan cada vez más en unir, agrupar, relaciones, placeres. Esta pulsión de Eros al unir cosas, potenciar la vida, encuentra finalmente en la modernidad tardía al dinero como el objeto de deseo más eficiente para sus potenciales voluntades.
Poco a poco las acciones concretas humanas calzan más y más a fondo por los rieles del comercio y tecnificación social, la cual esta última se encuentra patentada y originada por los medios de producción y los fondos necesarios (plusvalía).
Los objetos consumados (o consumidos), muchos de ellos condensan las funciones de otros objetos, integrándonos en uno solo (equipos móviles y portátiles). La multiplicidad de objetos se intenta reducir en un solo objeto que abarque las mayores funciones para los diversos impulsos humanos. El negocio de aquel objeto vendible se torna más codiciado porque adquiere mayor eficiencia que el instrumentalizar varios objetos con funciones particulares. El objeto integrado o complejo se torna más necesario de lo que el humano realmente necesita. Paradojalmente su uso y su futuro objetal, se reciclará por otro funcional más eficiente, codifican las voluntades humanas bajo la ilusión de un solo objeto vencedor "completo".
Pocas cosas van quedando fuera de la oferta y demanda social. El comercio con su hambre insaciable en auto-desearse, ninguna acción será gratis, todo será facturado o acreditado. Tal vez el verdadero inconciente se encontrará algún día en los reservados y privados fondos bancarios: "dime el capital que tienes y te diré quien eres".
Mis acciones en el sentido psicológico serán literalmente entendidas en el sentido económico. Quizás los psicólogos del futuro sean los contadores, los secretarios, los aparatajes computacionales de almacenamiento y procesador de datos. Hágase la siguiente imagen: si tenemos el inconveniente "me rematarán la casa" ¿Qué es más práctico o útil para la vida? Acudir a un psicólogo a llorar, expresar su rabia, frustración, miedos y fortalezas escondidas a trabajar o acudir a un contador o abogado para que defienda mi propiedad, mi falo, en contra de los "castradores" fiscalizadores económicos sociales.
Paradojalmente se acumulan objetos para lograr el "querer Ser" siendo aquello una metonimia por un objeto fetiche inalcanzable, que bajo la vivencia del Tener solo se acumulan placeres. Finalmente el "querer Ser" se acumulan en muchísimas metonimias (objetales) que sólo abarcan una pequeña parte de las transferencias (realmente) deseadas. Siguiendo a Erich Fromm, si "yo soy lo que tengo", no puedo Ser de ningún otro modo que Teniendo, en otras palabras me he castrado totalmente si solo soy lo que tengo, por tanto, mi Ser es nada cuando no tengo. Soy así, un ente precario absorbente (consumista) de objetos desechables. El dinero es la sintaxis o el predicado que absorbe los enunciados (incluso inconcientes).
Si condenso mi vida llenándola de objetos útiles e inútiles, demuestro allí mi precario estado psíquico carente, esquizofrénico en múltiples objetos que ni el consumidor mismo no comprende el por qué los compró. Su fachada tiene el único sentido de enancharse, de engordar hasta explotar. Es similar a esa ansiedad de comer y comer hasta no poder más.
En la cultura individualista, se obliga al consumidor, comprar el mismo producto que otros ya tienen. Ya que a priori se sabe que esos productos "el otro" no los compartirá conmigo sino más que consigo mismo. En casos mucho más patógenos, si se comparte algo, "el otro" esperará algo de regreso a cambio de un favor (como una inversión a largo plazo) y ese, es el más falso compartir solidario.
Bajo el consumo o del deseo inmediato de consumo, los medios de comunicación y la tecnología que reducen las distancias, se adoctrina la costumbre del placer inmediato: "No soportaré ver como otro disfruta un elemento o fenómeno sin que yo también lo disfrute, ya que tengo el mismo "derecho" o sea: el mismo dinero que el otro".
Solo puedo Ser en la medida en que mis acciones no correspondan a un sentido lógico de consumir y producir, sino más bien en tomar riesgos, dejar de dejar dar facturas (curriculums) o potenciales facturas (boletas) a cada acto que doy.
Regresemos por un momento a los términos empleados del ensayo anterior: ¿Qué entendemos por clase media social moderna? ¿Qué se entiende por el dinero? ¿Todo es traducible desde él o hasta qué punto? ¿Cómo influye la oferta y demanda en los valores objetales y de paso la propia identidad? ¿Cómo entender el narcisismo con el falo del consumo?
Partiré diciendo que la clase media en el sentido moderno es aquella clase, agrupación, lugar, donde en promedio no pertenece ni a las más alta elite ni está en situaciones precarias, esto, en el sentido más laxo para evitar las diferencias en los tipos de clase media en sus gradientes. Más a fondo, la clase media tiene como denominador común la cierta precariedad de su condición socio-económica, pues en cualquier estado de mayor riesgo, sean estos: Un familiar en grave estado que implique grandes sumas de gasto en hospitalización, pérdida laboral en donde la escasez de dinero lo despoja poco a poco de cualquier bien que esté pagando en créditos, no poseen una herencia que los salve tranquilamente de su pasar económico y especialmente están siempre en la zona de producción-servios y consumo.
Otro dato a considerar es que esta clase social aspira a una tranquilidad económica perpetua y lucha por cumplir la mayor cantidad años de trabajo para una futura jubilación. Estás agrupaciones socio-económicas nacen ya sea, de una clase humilde o tanto de una clase social acomodada. Con esto, reafirmo, el interés de independencia ante la poca viabilidad de un tutelaje paterno permanente, más el deseo de concretar variadas pulsiones a su propia "libertad" (no mediadas), sin estar confiscadas directamente desde un falo paterno que comanda sus potencialidades financieras. La clase media por lo general, están en la cobija central de los tres colchones, siempre tienen un colchón más cómodo a los cuales por sus medios, con esfuerzos y ahorros pueden alcanzarlo. También y al mismo tiempo tienen otro colchón más incómodo que por todos sus medios evitan caer a él, manteniéndose vigorosos ante cualquier crisis.
El dinero lo podemos entender como un medio, un modo de intercambio, una forma de traducir a otras acciones las acciones, como valor de cambio, de posicionamiento, de cierta seguridad por las metas en alcanzar.
Podríamos de algún modo entender a la conciencia o la subjetividad como el único lugar donde pensar consigo mismo es "libre" sin la presión de que un otro me escuche (me esté escuchando), del mismo modo, esa necesidad del neurótico "libre" en pensar lo "propio", es neuróticamente necesario en cuanto a la propiedad privada se refiere: desde mi espacio privado del hogar, puedo con "libertad" verter mis pulsiones sin sublimaciones estrictamente públicas.
Cambiando de tema, podemos ver gente que desde la oferta y demanda, temen ser desplazados por sentirse inferiores "si no son únicos o jóvenes" (ser una oferta especial escasa) o ser alguien bien codiciado (de alta demanda). Ya que dentro del mundo contratista agencia-empresarial bajo esas condiciones (cumplidas) me consumirán y por tanto, así a cambio me darán más de lo que doy (del gasto de trabajo). De esta forma ya no distingo objetivamente mis potencialidades, ya que si un otro me dice que soy lo "máximo" por causas de oferta-demanda, lo seré y desde ello me identificaré. Bajo lo ego-monopólico social (ser único y codiciado por las masas), el uso de la belleza hoy es más importante porque no sólo supera el antiguo intercambio de mujeres por ser promocional a un hombre que la posea para ser madre (esposa), si no que puedo, por ejemplo, lograr que muchos hombres o productores me paguen por ser bella, ya no es solo a un hombre a quien debo (me dirijo a) ser bella, también ser bella es sinónimo de tener las puertas abiertas al futuro. Como ejemplo, en cuanto al contenido intelectual (oferta 1) que puedo tener la misma comparativamente que otra mujer, pero, si esta mujer aparte de tener contenido intelectual (buena oferta 1) posee además belleza (buena oferta 2) "en un solo mismo producto", su oferta será única y escasa y de mayor valor y la demanda buscará ese objeto.
Retomando el tema del marketing, éste rápidamente impide que un acto (un deseo) no traducible en dinero, se traduzca (en valor monetario) rápidamente entonces al condensar en un producto que esté al alcance de todos bajo su debida venta.
Uno puede lucrar también con las emociones: miedo, angustias, desamores. Tanto en algunas psicoterapias, policías y cantantes que cantan sobre las emociones de otros.
Toda esta traducción en términos in abstracto, por el dinero, es algo inevitable, sin embargo, la única forma de provocar una cierta in-traducción es mediante el placer "incomprendido" de cultivar la verdadera solidaridad, cultivar el perdón genuino, evitar el amor egoísta de Locke o Hobbes. Pues así como lo esquizofrénico, como algo que no se adapta, aquello transgresor, lo absurdo del delirio, implica claro, ser algo renovado para no ser capturado por el sistema del marketing.
Quedamos atónitos al ver si se cumple (o no) la máxima de Kant de: "Las cosas tienen precio, las personas dignidad". Si el ser humano interactúa en Otros, se puede potenciar o reprimir cualquier viabilidad posible de su voluntad llevándolas a codificar en precios también (incluso) toda su dignidad.
En este sentido, yo estoy obligado a dar un otro, ya que la estructura humana es arrojada, solo comprendo que estoy arrojado cuando un otro recibe mi dar (mi arrojo), ya sea conciente o inconciente. Es en la mirada, algo que recibe mi arrojo en el ser, los ojos del otro tiene la profundidad de un agujero, en ese recibir, soy bordeado, bordeado en la mirada, en lo recibido. La mirada devuelve una imagen abierta a los rodeos de re-significarse(me). El dar, en ese arrojo, no se precipita a un muro que lo detiene y lo cosifica totalmente, hay un residuo que sigue escapando en el límite de los bordes (de la mirada). De esta manera, se produce un valor de lo propio, donde lo que la mirada no observa, lo ciego (punto ciego) se convierte en lo enigmático para ese otro que está mirando (la madre, en sus cuidados). Lo que no logra ser observado por ese otro, se transforma para el sujeto mismo también en su enigma. La demanda del sujeto al otro bordea la mirada imaginaria que la madre tiene de ese otro y a su vez de la suya (inconciente) en ese dar y recibir.
De forma similar, agregando lo planteado por Lacan en su Seminario V, en el "demando", significo mi demanda al evidenciar el deseo, que es el deseo del deseo del Otro, o el deseo de ser deseado. La dependencia primordial del sujeto en relación al deseo del Otro, primer deseo al cual el sujeto le ha echado el ojo (es) a aquel deseo del Otro que es el deseo de la madre. Citando dicho seminario: "Podemos desde ahora articularlo, es el deseo, la aventura primordial de lo que ha pasado alrededor de un deseo que es el deseo infantil, su deseo esencial que es el deseo del deseo del Otro, o el deseo de ser deseado." Así mucho más adelante Lacan resume: "llegamos a la siguiente fórmula: el deseo original es querer ser lo que la madre desea y para ello es necesario destruir lo que es por el momento el objeto de su deseo, el sujeto quiere ser eso que él es, ese deseo." Ese punto no observado para el niño es su propia imagen que "completamente" deseable para su madre, el niño ya no logra satisfacer lo que la madre busca por entero en su deseo por el niño, lo cual el niño se frustra en la terceridad simbólica de la ley, donde el niño ya no es todo para su madre, ya no sigue en la díada gozante madre-hijo, deberá ahora identificarse o insertarse simbólicamente al mundo del lenguaje con sus leyes (reelaborando así, su propia imagen a través del discurso), mismas leyes que rigen por igual a sus mismos seres queridos.
Sin embargo, ese dar y recibir (recibo) que inicialmente (como niño) es desigual entre lo que (en sus cuidados maternos) se pretende dar y lo que intento predecir en mi recibir, no existe por ello un equilibrio entre necesidad y demanda (petición de presencia o amor, más que el objeto concreto), puesto que en la necesidad o demanda está interceptada o mediada por el cuidado materno. No obstante, si pensamos al niño más situado en la posición de dar, más que pasivamente recibir como en el bebé (que impregnan los mensajes enigmáticos del otro que desde su propio punto ciego no logra ver del otro exactamente su necesidad e imprime sus ritmos y sus cuidados). Hay que volver a pensar: ¿Es realmente el bebé algo que no da y solamente recibe? ¿Qué (le) ofrece el bebé a la madre? Respondamos con la justa humildad: Es puro enigma, un mensaje enigmático inconciente, una especulación imaginaria, una búsqueda de un deseo, un reflejo narcisista que goza la madre. El nacimiento siempre tiene un gran resto de enigmático. ¿Podemos pensar entonces que el dar, el ofrecer, viene de lado del enigma? Preguntémonos entonces finalmente: ¿Qué es lo que otorga valor subjetivo a algo bajo un precio? ¿Equivale el verdadero amor, el amor de madre desde su enigma, poder calcularse en algún valor? ¿Cómo otorgar valor a lo enigmático?
Respecto a la Ley de producir el Don (ensayos sobre el Don, de Marcel Mauss), como algo que rige lo social, pasando de lo endogámico a lo exogámico. Más que pensar el Don a través de la deuda originaria, es pensar el Don desde su cimiento en la madre con el hijo, amor que los encubre una pasión enigmática. Lo único que ayuda a sobrevivir es la solidaridad temprana, no el interés egoísta.
El Don enfatiza la deuda no en tanto devolver un "préstamo", sino devolver en tanto hacen un "favor". Si invertimos la lógica del préstamo por un favor cabe preguntarse: ¿Significa que no hay salida a comprender el Don en la sociedad utilitaria, eficiente capitalista? ¿El concepto del Dar (el Don), se convirtió entonces pasando del favor transformándose al préstamo en el sistema económico actual? "Dar no es dar" (Don, contra-Don), dar ahora es prestar. Sin embargo, ¿puede el cuidado de una madre ser un préstamo? ¿Puede el Dar ser Dar? ¿O el Dar es devolver y cancelar (una) la deuda? ¿Se puede cancelar la deuda? ¿qué obliga a un otro devolver el favor de otro?
El proceso de venta es el reconocimiento bajo un acto de gastar, dando al otro el valor de aquel reconocimiento cuantificado en dinero. Puede ocurrir que el otro (vendedor) se sienta mal acogido o poco valorado por sus acciones o decisiones, por lo cual debe constantemente compararse con otros vendedores para facultar un valor o precio justo de venta (bajo la ley oferta-demanda). La venta (desde la comparación de precios) se enmarca con un otro efímero que se traslada por otro a comparar (reconociendo e identificándose a la luz de la comparación al otro), siendo el reconocimiento importante como constante, ya que sin reconocimiento, el otro lo aísla y no sobrevive por sí mismo. Hay otros reconocedores o compradores que son más importantes y fluctúan a través de contratos de venta, pues la fidelidad de contrato es un valor indispensable para ser reconocido y genuinamente aceptado. Este valor no es comprado ni vendido, es sólo de garantía de ser, de presencia, de coordinaciones de intercambio. En ellas están las reglas del juego explicitas o implícitas de la modalidad cordial o formal de la compra-venta.
Por supuesto que en situaciones de compra-venta, el sujeto u otro que comporta la interacción de otro efímero, comportará una objetivación que enmudece o calla el subjetivismo del reconocedor, por tanto, se reconocen a los compradores y vendedores solo como objetos o actores que están intercambiando algo desde un valor abstracto.
Ser reconocido por otro en un mundo laboral es crucial, para identificarse y generar nuevos campos de juego e intercambios, la profesión o especialización laboral es recomendada y promocionada para enlistar un puesto notorio que te ayude a identificarte mejor en la posición de vendedor.
La posición de comprador en cambio, permite la libertad de posicionarse en efímeras identidades de consumo entre los distintos mostradores de vendedores disponibles, te sitúa momentáneamente en la otra mirada del espejo con el otro, en tanto no en el que produce y vende ganando dinero o potencialidades, sino en la posición del acto mismo del gasto. Por tanto el acto de producción (producir-venta) es acto como también lo es el acto del gasto, pero con la diferencia que en el acto del gasto se entrevé una mayor "libertad" aparente de acción, ya que por supuesto, la compra del otro, o al comprar a un otro, el otro también manipula tu modo de compra o lo que deseas, ya que el otro es tu deseo, eres parte del carro deseante que moldea tus posibilidades de goce (publicidad), solo que, tienes un cierto margen, entre las necesidades básicas y las mayormente recreativas por "elegir". Sin embargo uno nunca puede comprar totalmente al otro, ni el otro comprarte totalmente a ti, a menos que seas un esclavo dominado por el poder absoluto directo. Ya que el sujeto que vive de productor y nunca de consumidor es el esclavo.
Por tanto, podríamos decir que el neurótico trabaja, el perverso roba y el psicótico sueña.
Por otra parte, lo que ocurra en las afueras contextuales de la oferta-demanda afectará tu posicionamiento dentro o fuera del reconocimiento. Como comprador, siempre puedes estar dentro del posicionamiento de comprador como acto, siempre y cuando se tenga dinero en potencia o capital ahorrado para producir el movimiento del intercambio de bienes o servicios. Entonces, en caso de no disponer de dinero, te borras del campo posicional de comprador. La cesantía y la perdida de dinero, te sitúa en una perdida de un colectivismo, de un falo, de un ideal del yo.
Si no tienes falo estás castrado, siempre te falta(rá) dinero, por tanto siempre estás en falta. Es el dinero aquel falo que organiza las necesidades del sujeto y del otro.
El dinero al no ser algo concreto, es potencia de algo, pero el dinero por si mismo es una nada, pero a la vez lo puede entrever todo.
Es interesante como en la sociedad de producción-consumo, el mercado en su posición fálica como gran Otro, el sujeto (el yo) bajo su identidad por ser parte del sistema económico dejándose comandar o abandonar por la oferta y demanda, procuran un cierto "«abandono» del Yo al objeto, que no se diferencia ya del abandono sublimado a una idea abstracta, desaparecen por completo las funciones adscritas al ideal del Yo. La crítica ejercida por esta instancia enmudece, y todo lo que el objeto hace o exige es bueno e irreprochable. La conciencia moral cesa de intervenir en cuanto se trata de algo que puede ser favorable al objeto, y en la ceguedad amorosa, se llega hasta el crimen sin remordimiento. Toda la situación puede ser resumida en la siguiente fórmula: el objeto ha ocupado el lugar del ideal del Yo. (...) entre la identificación y el enamoramiento en sus desarrollos más elevados, conocidos con los nombres de fascinación y servidumbre amorosa, resulta fácil de describir. En el primer caso, el Yo se enriquece con las cualidades del objeto, se lo «introyecta» según la expresión de Ferenczi; en el segundo, se empobrece, dándose por entero al objeto y sustituyendo por él su más importante componente. (...) en el caso de la identificación, el objeto desaparece o queda abandonado, y es reconstruído luego en el Yo, que se modifica parcialmente conforme al modelo del objeto perdido. En el otro caso, el objeto subsiste, pero es dotado de todas las cualidades por el Yo y a costa del Yo. (Freud, 1921:cap.viii)". Es así como el ritmo del intercambio bursátil se sigue condescendientemente abnegado a sus funciones, muchas veces sin juicio critico.
Es interesante como en la sociedad de producción-consumo, el mercado en su posición fálica como gran Otro, el sujeto (el yo) bajo su identidad por ser parte del sistema económico dejándose comandar o abandonar por la oferta y demanda, procuran un cierto "«abandono» del Yo al objeto, que no se diferencia ya del abandono sublimado a una idea abstracta, desaparecen por completo las funciones adscritas al ideal del Yo. La crítica ejercida por esta instancia enmudece, y todo lo que el objeto hace o exige es bueno e irreprochable. La conciencia moral cesa de intervenir en cuanto se trata de algo que puede ser favorable al objeto, y en la ceguedad amorosa, se llega hasta el crimen sin remordimiento. Toda la situación puede ser resumida en la siguiente fórmula: el objeto ha ocupado el lugar del ideal del Yo. (...) entre la identificación y el enamoramiento en sus desarrollos más elevados, conocidos con los nombres de fascinación y servidumbre amorosa, resulta fácil de describir. En el primer caso, el Yo se enriquece con las cualidades del objeto, se lo «introyecta» según la expresión de Ferenczi; en el segundo, se empobrece, dándose por entero al objeto y sustituyendo por él su más importante componente. (...) en el caso de la identificación, el objeto desaparece o queda abandonado, y es reconstruído luego en el Yo, que se modifica parcialmente conforme al modelo del objeto perdido. En el otro caso, el objeto subsiste, pero es dotado de todas las cualidades por el Yo y a costa del Yo. (Freud, 1921:cap.viii)". Es así como el ritmo del intercambio bursátil se sigue condescendientemente abnegado a sus funciones, muchas veces sin juicio critico.
El sujeto que se sobre-identifica con su rol laboral de productor, intenta tapar la falta que posee, rellenando su Ser con lo imaginario (que le otorga su rol).
El dinero no satisface el goce, solo lo bordea, solamente organiza el sintagma del deseo (el orden del consumo y del tiempo a gozar). Mientras el narcisismo es una forma de inflación del ego, aparenta también no padecer la falta del otro, por tanto es una forma de ocultar la falta, a modo de intentar ser uno mismo su propio objeto de satisfacción. El ascetismo es una forma de ocultar la falta deseando no desear, tal como dice Nietzsche: "quien busca la espiritualidad es porque no la tiene."
Por otro lado, el niño nunca puede ser el falo, o sea, ser todo para su madre (aunque a nivel imaginario tenga la ilusión de serlo), y por otro lado el ideal del yo actúa a nivel simbólico, de forma análoga a el ser-para-sí Sartriano, que se proyecta como algo que no es, actuando como casillero vacío que siempre se desplaza cuando se lo intenta alcanzar. El para-sí es entonces una trascendencia en perpetuo movimiento, y por lo tanto inalcanzable en su forma acabada, dentro del campo inmanente de la existencia. Así lo explica Sartre: “El para-sí no puede huir hacia un trascendente que él no es, sino hacia un trascendente que él es. Esto quite toda posibilidad de detención a esa huída perpetua; si cabe usar de una imagen vulgar, pero que hará captar mejor mi pensamiento, recuérdese el asno que va arrastrando un carricoche en pos de sí y que procura atrapar una zanahoria fijada al extremo de un palo sujeto al varal. Cualquier esfuerzo del asno para coger la zanahoria tiene por efecto hacer avanzar el coche entero y la zanahoria misma, que permanece siempre a igual distancia del asno. Así corremos tras un posible que nuestra propia carrera hace aparecer, que no es sino nuestra carrera y que se define por eso mismo como fuera de alcance. Corremos hacia nosotros mismos y somos, por eso mismo, el ser que no puede alcanzarse.” De este modo, podríamos resumir que sobre-identificarse con su rol laboral, sería o-posicionarse a la posición como define Sartre "el que es no lo que no es y el que no es lo que es".
El dinero se convierte en una pantalla para intentar fusionar la distancia entre el yo-ideal con el ideal-del-yo, con el fin de tapar la falta. Para que la falta nunca llegue al fin de un borde, debe permanecer la deuda, el ahorro, conservar un deseo (esas son las contra-investiduras, donde no se toca lo real, su falta, se impide repitiendo la defensa frente a la castración o la Ley).
Freud (1921) en el Cap.VII de su texto "Psicología de las Masas y Análisis del Yo" nos dice que "la distancia entre este ideal del Yo y el Yo actual es muy variable, según los individuos, y que en muchos de ellos, no sobrepasa tal diferenciación en el seno del Yo, los límites que presenta en el niño." Agregando junto al Cap.XI, comenta que en el caso del "maníaco, el Yo y el ideal del Yo se hallan confundidos, de manera que el sujeto, dominado por un sentimiento de triunfo y de satisfacción, no perturbado por crítica alguna, se siente libre de toda inhibición y al abrigo de todo reproche o remordimiento. Menos evidente, pero también verosímil, es que la miseria del melancólico constituya la expresión de una oposición muy aguda entre ambas instancias del Yo, oposición en la que el ideal, sensible en exceso, manifiesta implacablemente su condena del Yo, con la manía del empequeñecimiento y de la autohumillación".
Avanzando en lo referido a la pantalla de fusionar el yo-ideal con el ideal del yo, es complementario lo señalado por Zizek (2004) en su libro "Órganos Sin Cuerpo" donde: "Si un rey empuña el cetro y ciñe la corona, sus palabras serán tomadas como palabras de rey. Esas insignias son externas, no una parte de mi naturaleza: me las pongo, las llevo para ejercer poder. Como tales, me "castran"; introducen una escisión entre lo que soy inmediatamente y la función que ejerzo (i. e., No estoy nunca completamente al nivel de mi función) (...) se produce por el propio hecho de que me encuentro atrapado en el orden simbólico y asumo un mandato simbólico. La castración es el verdadero hiato entre lo que yo soy inmediatamente y el mandato simbólico que me confiere esa "autoridad" (p.107-108).
Bajo esa ilusión fálica mediante el dinero, más adelante Zizek (2004) dice: "hay que pensar el falo no como el órgano que expresa inmediatamente la fuerza vital de mi ser, mi virilidad, y todo lo demás, sino, precisamente, como tal insignia, como una máscara que me pongo de la misma manera que el rey o el juez se ponen sus insignias. El falo es un "órgano sin cuerpo" que llevo encima, que está unido a mi cuerpo sin llegar a ser nunca "parte orgánica de él", siempre presente como un suplemento incoherente y excesivo" (p.108). Esa máscara que uno se pone encima es una identificación primordial a la horda, al falo colectivo simbólico, a la castración en el Nombre del Padre, al lugar unario de la identificación colectiva primaria, una forma de impuesto, dejando entonces parte de nuestro ideal-del-yo en manos de un objeto común, así mismo, lo podemos desprender desde Freud en el último apartado al Capítulo VIII de "Psicología de las Masas y Análisis del Yo": "tal masa primaria es una reunión de individuos, que han reemplazado su ideal del Yo por un mismo objeto, a consecuencia de lo cual se ha establecido entre ellos una general y recíproca identificación del Yo." Más aún, esto es tan crucial que tal como lo dice Freud en "Análisis Profano" de 1926, se requiere antes que nada, como ideal social un cierto desarrollo del yo unificado en las que “todas nuestras instituciones sociales están constituidas para personas con un yo unitario, normal, al que se puede clasificar de bueno o malo y que llena su función o es excluido de ella por una influencia poderosa. De aquí la alternativa legal de responsable e irresponsable" (Freud, 1926:2935). De este modo se hace necesario "desde la masa primaria" reemplazar una parte de su ideal del yo por un mismo objeto, para tener lugar en la posición legal de responsable e irresponsable. Lo que conlleva entonces a una serie de presupuestos en las diversas prácticas sociales que comparten un ideal sobre los seres humanos como “yoes” con autonomía, elección y responsabilidad sobre sí, dotados de una aspiración psicológica de autorrealización, que llevan su vida, real o potencialmente, como una especie de empresa de sí. (Rose, 1996). De esta manera la introyección de estos significantes configuran la salida del yo-ideal identificado pre-edípicamente con el deseo de la madre, hacia la apertura de un ideal-del-yo que organice desde la castración (en el orden simbólico), la asunción del sujeto a la cadena simbólica social atravesado por sus deseos.
Freud (1921) en el Cap.VII de su texto "Psicología de las Masas y Análisis del Yo" nos dice que "la distancia entre este ideal del Yo y el Yo actual es muy variable, según los individuos, y que en muchos de ellos, no sobrepasa tal diferenciación en el seno del Yo, los límites que presenta en el niño." Agregando junto al Cap.XI, comenta que en el caso del "maníaco, el Yo y el ideal del Yo se hallan confundidos, de manera que el sujeto, dominado por un sentimiento de triunfo y de satisfacción, no perturbado por crítica alguna, se siente libre de toda inhibición y al abrigo de todo reproche o remordimiento. Menos evidente, pero también verosímil, es que la miseria del melancólico constituya la expresión de una oposición muy aguda entre ambas instancias del Yo, oposición en la que el ideal, sensible en exceso, manifiesta implacablemente su condena del Yo, con la manía del empequeñecimiento y de la autohumillación".
Avanzando en lo referido a la pantalla de fusionar el yo-ideal con el ideal del yo, es complementario lo señalado por Zizek (2004) en su libro "Órganos Sin Cuerpo" donde: "Si un rey empuña el cetro y ciñe la corona, sus palabras serán tomadas como palabras de rey. Esas insignias son externas, no una parte de mi naturaleza: me las pongo, las llevo para ejercer poder. Como tales, me "castran"; introducen una escisión entre lo que soy inmediatamente y la función que ejerzo (i. e., No estoy nunca completamente al nivel de mi función) (...) se produce por el propio hecho de que me encuentro atrapado en el orden simbólico y asumo un mandato simbólico. La castración es el verdadero hiato entre lo que yo soy inmediatamente y el mandato simbólico que me confiere esa "autoridad" (p.107-108).
Bajo esa ilusión fálica mediante el dinero, más adelante Zizek (2004) dice: "hay que pensar el falo no como el órgano que expresa inmediatamente la fuerza vital de mi ser, mi virilidad, y todo lo demás, sino, precisamente, como tal insignia, como una máscara que me pongo de la misma manera que el rey o el juez se ponen sus insignias. El falo es un "órgano sin cuerpo" que llevo encima, que está unido a mi cuerpo sin llegar a ser nunca "parte orgánica de él", siempre presente como un suplemento incoherente y excesivo" (p.108). Esa máscara que uno se pone encima es una identificación primordial a la horda, al falo colectivo simbólico, a la castración en el Nombre del Padre, al lugar unario de la identificación colectiva primaria, una forma de impuesto, dejando entonces parte de nuestro ideal-del-yo en manos de un objeto común, así mismo, lo podemos desprender desde Freud en el último apartado al Capítulo VIII de "Psicología de las Masas y Análisis del Yo": "tal masa primaria es una reunión de individuos, que han reemplazado su ideal del Yo por un mismo objeto, a consecuencia de lo cual se ha establecido entre ellos una general y recíproca identificación del Yo." Más aún, esto es tan crucial que tal como lo dice Freud en "Análisis Profano" de 1926, se requiere antes que nada, como ideal social un cierto desarrollo del yo unificado en las que “todas nuestras instituciones sociales están constituidas para personas con un yo unitario, normal, al que se puede clasificar de bueno o malo y que llena su función o es excluido de ella por una influencia poderosa. De aquí la alternativa legal de responsable e irresponsable" (Freud, 1926:2935). De este modo se hace necesario "desde la masa primaria" reemplazar una parte de su ideal del yo por un mismo objeto, para tener lugar en la posición legal de responsable e irresponsable. Lo que conlleva entonces a una serie de presupuestos en las diversas prácticas sociales que comparten un ideal sobre los seres humanos como “yoes” con autonomía, elección y responsabilidad sobre sí, dotados de una aspiración psicológica de autorrealización, que llevan su vida, real o potencialmente, como una especie de empresa de sí. (Rose, 1996). De esta manera la introyección de estos significantes configuran la salida del yo-ideal identificado pre-edípicamente con el deseo de la madre, hacia la apertura de un ideal-del-yo que organice desde la castración (en el orden simbólico), la asunción del sujeto a la cadena simbólica social atravesado por sus deseos.
El uso del dinero como tapador de la falta, siempre deja un resto, un residuo no gratificado, entre lo que el dinero aporta al yo-ideal, el dinero por si mismo significa un valor para otro valor bajo las leyes de la oferta y demanda. Por tanto el yo-ideal se sostiene bajo las diferencias que ofrece el mercado en su inserción. El otro demanda y yo estoy obligado a insertarme en el mundo simbólico del dinero por medio de ser una oferta. El valor de la palabra mediatizada por el dinero nunca aquel valor monetario representa un sujeto. El intercambio de objetos, de los valores bajo la serie de diferencias entre oferta-demanda, auge del crédito, el mercado especulativo, hacen cambiar las necesidades bajo la maquina social en sus tecnologías sociales. Entre el intercambio de dar-recibir, entre el intercambio de comprar-vender, gasto-ahorro, pues allí entre lo binario, el sujeto produce su diferencia, su espacio intraducido por el valor monetario.
En mercado cada vez más globalizado, donde las fronteras del espacio y del idioma se van homologando, la valoración de la significación de uno mismo y de lo que tiene corroe diversos matices. El yo-ideal se fragmenta en pedazos de "vidrio", cada vez más fetiches, el ideal del yo es fragmentario, el caudal pulsional parcial recorre ajeno a una saturación simbólica estable. El lenguaje, frente a la codificación del mercado-marketing, hace inestable el lenguaje, el motor de su transformación es del símbolo del dinero. El dinero es un significante que no tiene valor en sí mismo, más que en su serie de diferencias entre lo consumido y producido, la expectativa y el ahorro.
Nadie puede dar valor último a qué es el dinero, el deseo es permanentemente codificado por el dinero.
El falo del dinero causa frustración en la medida que el sujeto aún no está activo laboralmente para producir y consumir. El complejo de Edipo se "supera" una vez que el sujeto se autosustente económicamente por sí mismo. Podríamos decir entonces que el sepultamiento del complejo de Edipo, es aquella condición de aceptar la Ley, de reprimir un (deseo) retorno de su condición Edípica anterior, es decir, regresar al nicho paterno (cuidados maternos), ya que siempre está el riesgo de volver a la dependencia de esa gratificación primordial, pero a la vez la Ley advierte que dicho nicho ya no existe y se ha perdido (un deseo de regresar a un lugar que no existe, una huella o marcada dejada como su rastro), por tanto, construyo cierto estado anterior a dicho lugar, creándolo desde mi nicho potencial económico, sea para obtener mejor satisfacción de la que recibí (en mi infancia) o mantener en lo posible aquella que recibí (mantenerme en el colchón económico que acostumbré a vivir), creando o forjando entonces su inmueble, sus proyectos futuros, etc.
Similar a lo explicado acude Freud en el apartado IX de Inhibición, Síntoma y Angustia (1926):
"Cada situación de peligro corresponde a cierta época de la vida o fase de desarrollo del aparato anímico, y parece justificada para ella. En la primera infancia, no se está de hecho pertrechado para dominar psíquicamente grandes sumas de excitación que lleguen de adentro o de afuera. En una cierta época, el interés más importante consiste, en la realidad efectiva, en que las personas de quienes uno depende no le retiren su cuidado tierno. (...) Con la entrada en relaciones sociales, la angustia frente al superyó, la conciencia moral, adquiere un carácter necesario, y la ausencia de este factor pasa a ser la fuente de graves conflictos y peligros, etc. Pero en este punto, justamente, se plantea un nuevo problema.
Intentemos sustituir por un momento el afecto de angustia por otro, el afecto de dolor. Consideramos enteramente normal que la niñita de cuatro años llore dolida si se le rompe una muñeca; a los seis años, si su maestra la reprende; a los dieciséis, si su amado no hace caso de ella, y a los veinticinco quizá, si entierra a un hijo. Cada una de estas condiciones de dolor tiene su época y desaparece expirada esta; las condiciones últimas, definitivas, se conservan toda la vida. Empero, sería llamativo que esta niña, ya esposa y madre, llorara porque se le estropeó un bibelot. Ahora bien, es así como se comportan los neuróticos. Hace tiempo que en su aparato anímico están conformadas todas las instancias para el dominio sobre los estímulos, y dentro de amplios límites; son lo bastante adultos para satisfacer por sí mismos la mayoría de sus necesidades; ha mucho saben que la castración ya no se practica como castigo, y no obstante se comportan como si todavía subsistieran las antiguas situaciones de peligro, siguen aferrados a todas las condiciones anteriores de angustia. (...)
En gran número de casos, las antiguas condiciones de angustia se abandonan efectivamente después que ya produjeron reacciones neuróticas. Las fobias a la soledad, a la oscuridad y a los extraños, de los niños más pequeños, fobias que han de llamarse casi normales, se disipan las más de las veces a poco que ellos crezcan; «pasan», como se dice de muchas perturbaciones infantiles. Las zoofobias, tan frecuentes, tienen el mismo destino; En el período de pubertad es frecuentísimo el ceremonial, pero sólo un mínimo porcentaje de esos casos se desarrolla después hasta la neurosis obsesiva cabal. (...) Por tanto, en el curso de la maduración han de haberse resignado condiciones de angustia, y ciertas situaciones de peligro perdieron su significatividad. Por otra parte, algunas de esas situaciones de peligro sobreviven en épocas más tardías porque modificaron, de acuerdo con estas, su condición de angustia. (...) hay otras que en modo alguno están destinadas a ser sepultadas, sino que acompañarán a los seres humanos durante toda su vida; tal, por ejemplo, la angustia frente al superyó. (...) en definitiva, la condición de adulto no ofrece una protección suficiente contra el retorno de la situación de angustia traumática y originaria". Cierro estas citas del apartado IX diciendo que justamente, persiste el temor de regresar a una condición de vulnerabilidad económica o dependencia tal como fue en la época edípica, donde la Ley le advierte que dicho lugar, nicho, espacio, no existe, pues solo retorna como un objeto perdido, una nostalgia. Por tanto, verse atrapado en esa situación perdida, atrapado ante la Ley en el retorno de la situación de angustia traumática y originaria, es la lucha diaria de todo ser humano velar por ella.
Volviendo al tema edípico, la condición edípica de sociedades más racionales y eficientes, conduce al cultismo individualista, mientras en el periodo de Freud conducía dogmáticamente al cultismo de la familia.
En la situación social actual la resolución neurótica edípica ya no irá concluyendo en la medida que busque un pasatiempo que le haga sublimar sus pulsiones o conformar una familia. Por lo tanto, se puede rendir en el culto de la familia, pero en el culto a la remuneración (dinero), el dinero pasa a tener mayor peso a la hora de condicionar la estructura familiar posible. El dinero se convierto en ese solvente universal que diluye las tradiciones bajo el intercambio continuo y abstracto que erosiona.
En este sentido, como dice Carlos Rojas Osorio (1997): "Deleuze-Guattari hablan de tres tipos de máquina social: la máquina salvaje, la máquina bárbara o despótica y la máquina capitalista. La máquina salvaje está fundada sobre la tierra, sobre el cuerpo de la tierra. Es territorial. Sobre el cuerpo de la tierra inscribe sus insignias, que son las de la alianza y la filiación. Lo decisivo son las relaciones de parentesco, lo que no quiere decir que lo económico sea marginal. El parentesco domina las relaciones primitivas pero por razones económicas. La máquina bárbara coincide con lo que Marx denominó el modo de producción asiático. Aparece el Estado, ya completo y en su forma general que fundamentalmente no cambiará ni siquiera hasta el socialismo oriental (ruso-chino); vieja herencia que se prolonga por milenios. El estado es la máquina despótica y recubre los viejos territorios fundados sobre el cuerpo de la tierra. El estado organiza un sistema de producción que unifica el anterior sistema territorial. Decodifica sus antiguos códigos y los recodifica en el lenguaje del despotismo estatal. Para Deleuze el gran corte de la historia está en la aparición de la máquina estatal. La sociedad no se funda en el don, como creía Marcel Mauss; se funda en la deuda. Lo propio de la máquina capitalista es hacer la deuda infinita. El capitalismo no puede proporcionar un único código que abarque todo el campo social; al contrario, es decodificador. Pero en lugar de un código instaura una axiomática abstracta de cantidades monetarias. La axiomática se caracteriza por la fecundidad de sus axiomas de base. La axiomática capitalista se distingue porque puede agregar siempre nuevos axiomas".
¿Cómo distinguir dinero y deseo? Es el deseo quien ejerce el motor del intercambio, de la demanda. Sin embargo, no hay que pensar el deseo como falta de algo o de objeto, sino más bien como producción, el sujeto se produce y se encuentra en el otro bajo su deseo, produce una diferencia, un espacio, un tejido bordándose. Esta es la razón principal por el cual el mercado nunca satura todas las necesidades in abstracto ni homogeniza absolutamente. En este punto debemos reconocer y apuntar a la radicalidad en el deseo como producción de diferencias, de repitencias y por otro lado al dinero como instalador del lugar de los consensos, de los intercambios, de las leyes. Las mismas leyes que son móviles, lo son ante la base movediza del desear, el desear no solo busca tapar falta del objeto concreto, el desear produce aquello que impide que la falta (el dinero) logre su último fin. El deseo no busca algo concreto aunque así lo aparenta, el deseo busca entre cosas lo perdido, lo abstracto que atañe su ser.
El deseo según Deleuze no es la carencia, la pérdida, como occidentalmente se ha postulado, más bien, el deseo es la producción, es digámoslo así el "alma" que se eyecta al mundo con su particularidad. Lo cual critica esta binaridad de tengo/no-tengo, clásicos motores fundamentales del consumo capitalista. Si tanto el tener como el no-tener se describe en representaciones objetales, la lógica de esta verdad es la misma si uno es realmente feliz o no, como un hecho cuantificable psiquiatricamente con psicofármacos. operar en el mundo a partir del se tiene o no, es como gráficamente se conoce el deseo en el sentido occidental. Una de las críticas a dicha concepción nos la otorga Freud, al decir que la pulsión nunca logra su objeto de plena satisfacción. El deseo es un masa abstracta, muy particular que en su encuentro al mundo taquígrafamente se rotula una posibilidad deseante concreta objetal, algo que como sabemos, nada de esto es cierto, más que una ilusión occidental, ya que el deseo mismo es una producción amorfa o acéfala, donde no es posible hablar de binarismo de blanco y negro como "lo tengo/no lo tengo", hay una capa gris en el juego del deseo no reducible a estos principios occidentales. Por eso vemos como la filosofías hacen un llamado al Ser en vez del Tener.
Con estas premisa vemos que el camino del deseo se transforma en algo distinto a saber o suponer occidentalmente:
1) el deseo siempre es infinito y no es sinónimo de su satisfacción la "necesaria" felicidad.
2) el deseo (pulsión) es constante, hay un principio que empuja más allá del principio del placer.
3) no existe el deseo en estado puro a su lógica descripción-representativa.
4) el deseo recorre su camino por las vicisitudes del lenguaje y las zonas erógenas de este goce.
5) el deseo no es consecuencia de una falta, es revelamiento de una producción originaria de empuje a la diferencia.
El dinero en este caso es la falta, lo carente de significado, el deseo satura ese significado vacío del dinero y produce entre la máquina deseante y social, la humanidad-social. El dinero no es de nadie, pero es un símbolo que atañe por igual a todos, solo el deseo es de todos, pero no atañe por igual a todos.
Por supuesto, el dinero tiene la ilusión de representar imaginariamente lo que "el yo quiere", dado que el dinero siempre es "sustituto" de posibilidades deseantes, se aparenta la ilusión de que a mayor dinero más cerca está uno de alcanzar el último deseo (de tapar la falta). El dinero fue creado como medio de intercambio, no como auxiliador de comunicar mensajes o expresiones del lenguaje. El lenguaje del dinero, no representa el deseo humano, más que en su apariencia.
El síntoma, es la expresión catalizadora de un signo del deseo opuesto al dinero, el síntoma busca aquel deseo perdido, aquel deseo reprimido, aquella ganancia secundaria que no se trasluce codificadamente en las máquinas sociales productoras de objetos de deseos.
El síntoma, siempre presenta un exceso, un residuo de una plusvalía silenciosa en goce, pero ruidosa en lo que el "yo quiere". No obstante el síntoma en su involuntaria necesidad de repetirse aunque "el yo no quiera", puede esa repetición verse atrapada en las redes de la codificación capitalistas en psicofármacos, psicólogos cognitivos, religiosos, etc. Que en su intento de cursar el síntoma hacia los diques del "yo quiero", "yo deseo ser", buscan reprimir más o forzar el cambio sintomático que pese a todo, permanece en su legalidad del "retorno de lo reprimido", la codificación del síntoma se vuelve asistencialista y paleativa. Agregando lo dicho por Zizek (2004), respecto a la pulsión y a la regulación social es: "una especie de tenacidad "que no muere" ya denunciada por Kant como un exceso violento que está ausente en los animales, que es la razón de que sólo los humanos necesiten ser educados por medio de la disciplina. La Ley simbólica no domestica y regula la naturaleza, sino que, precisamente, se aplica ella misma a un exceso innatural." (p.106)
Como el dinero y sus objetos no producen lo que la repetición busca en su goce para llenar esa falta, la verdad del síntoma, su diferencia, su línea de fuga, su desplazamiento a un plus que va más allá de la máquina social, solamente bordearán aquella repetición, intentando enmudecerla en las distintas codificaciones (Complejo Psi).
Como el dinero y sus objetos no producen lo que la repetición busca en su goce para llenar esa falta, la verdad del síntoma, su diferencia, su línea de fuga, su desplazamiento a un plus que va más allá de la máquina social, solamente bordearán aquella repetición, intentando enmudecerla en las distintas codificaciones (Complejo Psi).
Por eso mismo desde la ética Psicoanalítica el síntoma se cura y de desplaza promoviendo la diferencia desde el lenguaje, del acto de hablar lo pasado y ver qué se repite en su transferencia al presente.
No deja de ser llamativo que tanto manipular, modificar los flujos moleculares del deseo, su empuje, su radicalidad bajo el poder, en su biopoder responde a regular las implicancias de ese empuje, de esa puntada bordada (que a veces) se teje con mucha fuerza y arriesga desgarrar la tela (que puede quebrar el "equilibrio" individuo-sociedad), se busca coordinar las ligaciones y la fuerza de sus catexias. Ya que, ¿qué pasaría si la demanda tiene un empuje o ritmo que no se condicen con las ofertas vendibles que existen para el consumo? ¿Cómo someter una voracidad deseante distinta y controlarla en los ritmos temporales sociales promedios o estadísticos? Los psicofármacos acuden a corregir los deseos "erráticos", ayudan a "controlar los impulsos", hacer que la descarga pulsional de un deseo, sea más placentera de lo que realmente es, engañar la biología entre lo que es gozable o menos gozable, pautar una condición anímica que armonice las leyes socio-laborales de producción-consumo. La psicología conductista ha fracasado por no manipular el principio del placer, mientras la neurociencia y los psicofármacos abren la posibilidad de más allá de las acciones y reflexiones, reconducir la ganancia de placer y el freno de la necesidad en un acto de mutismo fagocitando en el trago de píldoras psiquiátricas.
Pues, ¿qué salida más pacífica que dominar los deseos o placeres sin someter tanta acción o cambios de discursos?
Si la biología humana se estudia y "comprende" bio-químicamente, pues de moléculas eres y de moléculas "sanas".
¿Qué significa emprender? Emprender significa tomar riesgos (asumirlos), perder algo para ganar algo que me devuelva parte de lo perdido anteriormente junto con otras ganancias (plusvalía), construir los medios para los fines, estipular la renta, el cheque, inversiones, estadística como medio para ver operacionalmente las posibilidades de acción con cierta seguridad, bienes públicos o subsidiarios o bienes privados.
Esto podríamos entenderlo en la dialéctica entre el amo y el esclavo, o más precisamente en el "miedo a la muerte". Quien no le teme a la muerte, toma riesgos, puede morir, pero puede dominar. Es posible entender algo muy particular del capitalismo, y es que el capitalismo mismo es un enigma. El capitalismo se constituye y opera también bajo su propio enigma, pues es debido a esto que no ha podido ser derribado en su lógica de competencia entre las ofertas y demandas. Si el signo del capitalismo es el dinero, aquel significante vacío, presenta su propio enigma inabordable en los códigos del lenguaje. Si el capitalismo refleja la danza del intercambio, del flujo de deseo, también su rasgo más particular es sin duda la competencia.
El capitalismo tiene su motor desligante y ligante a la vez. Desliga el Eros, el consenso a través de la codicia y la competencia y por otro lado liga a través del símbolo de intercambio comercial (homogeniza diferencias). Lo que favorece al capitalismo y lo que lo desfavorece lo alimenta en dichas paradojas en la incompletud misma de su definición y función. En otras palabras, la acción o vida humana siempre aportará una cuota de diferencia, de algún plus, un excedente, una inflación en mejores términos. Lo mismo jamás es lo mismo. Lo idéntico, lo acontencial se degrada en su manifestación, deja de ser la misma, se confluyen las diferencias que tejen el campo del deseo.
Volviendo al tema del "miedo a la muerte", quien no le tema a la muerte toma riesgos, va más allá de su propia autoconservación. Tomar riesgos, no temerle a la muerte, renegarla, es un síntoma, algo que es enigma en la relación entre el reconocimiento del otro. El mayor alimento (motor) del capitalismo es la inversión, el ahorro a largo plazo, el riesgo en producir una diferencia nueva en el mercado. Y sin duda el síntoma humano arrojado a su goce, a la pulsión en su dimensión mortífera, es paradojalmente lo que potencia el flujo del deseo capitalista (en donde por ciclos vemos su auge económico y su caída ante la especulación y riesgos gozantes). A mediano y largo plazo es donde a posteriori podemos precisar en cada instante que transcurre, quienes en las relaciones de poder, sucumben a una inhibición de sus posibilidades o potencialidades (por tanto el binario amo-esclavo no siempre es fácil de precisar), mientras en otros, su poder se ve reforzado en un empuje constante de su pulsión. No olvidemos que la pulsión es una fuerza constante, así lo dice Freud (1915) "La pulsión no actúa como una fuerza de choque momentánea, sino siempre como una fuerza constante”. Otro aspecto de la pulsión explicada por Freud (1921) en su Cap.VIII lo refiere a que una "certidumbre de que la necesidad recién satisfecha no había de tardar en resurgir, hubo de ser el motivo inmediato de la persistencia del revestimiento del objeto sexual aun en los intervalos en los que el sujeto no sentía la necesidad de «amar»". Aquello aparejará el plus, la inflación, lo excedente. La pulsión se manifiesta en su excedente, en su no-cierre. Ese no-cierre permite arrojar una vez más ese "objeto a", esa zona erógena, ese monto de goce silencioso en su repetición de no reconocer la falta, la misma castración.
Sin embargo, siempre se pueden abrir líneas de fuga, desterritorializar, abrir diferencias que no acudan a un someter en el reconocimiento del otro. Así puede expresarlo Díaz (1999) "Lograr escapar de la molarización del deseo es desterritorializarse. Abrir una línea de fuga. Zafar de las codificaciones. Ejercer lo inédito, liberar un deseo sin forma y sin función. La boca que habló por primera vez se desterritorializó respecto del territorio “comer”. Pero los sonidos articulados comenzaron a tomar forma de lenguaje y comenzaron a cumplir funciones. Es entonces cuando la boca hablante se reterritorializó. En el proceso de la lengua interviene así mismo la máquina abstracta." Pero el flujo debe ser continuamente criticado, reflexionado, por esta razón podríamos entender a Habermas en su noción de que la Modernidad es un proyecto inacabado, la razón práctica frente a la razón instrumental por un lado siempre abrirá nuevos enigmas y preguntas, abrirá nuevas posiciones socio-económicas en los valores humanos. La diferencia puede abrir una oferta que afecte el modo de demanda, los flujos cambian, las posiciones vuelven a moverse y reamoldarse. Y como en cada flujo de deseo molecular tiene su diferencia, su propia producción, tiene algo de enigmático, el deseo no se rige en la predicción conciente de "yo quiero", algo escapa siempre en la intencionalidad de un deseo y en el deseo del otro, por tanto no se pueden predecir las leyes del mercado.
Como los deseos siempre son constantes y no cesan de producirse, el capitalismo tiene el material asegurado para sus proyectos de producción en la codificación de las demandas. Su material más en bruto es el deseo y se objeta de la forma más eficiente con el símbolo del dinero. El objeto, ya representado, la pulsión misma se convierte en dinero-objeto. Codificar en masa las "maquinas deseantes", es la garantía de modificar los caudales pulsionales a una sola región de deseo. Lograda la meta, se puede desde allí especular, tranzar un precio que defina las ganancias de dichas estrategia. Tienen que representar los deseos lo antes posible y adelantarse antes que los sujetos se representen a si mismos sus propios deseos, o sea, la diferencia propia, o en otras palabras, abrir la diferencia antes que ellos la perciban como propias (marketing).
Por otra parte es importarte recalcar con respecto al deseo, que en sí mismo, esto es sin representación, no tiene objeto, es ciego. Simplemente desea. Cuando el deseo es manipulado para ejercer dominio sobre las personas, se lo rotula, se etiqueta, se le pone nombre. Los sujetos, entonces, “saben lo que quieren”, aunque siguen sin saber que ese deseo les fue impuesto. Por ejemplo, en el capitalismo, se codifica el deseo como mercadería para ser consumida. De este modo, se aporta al sistema capitalista y se facilita la tarea de gobernar. Lo primero, porque se fortalece el dispositivo económico neoliberal, y lo segundo, porque se borran las diferencias, ya que se supone que son fuente de conflictos." (Díaz, 1999)
Podemos en términos más psicoanalíticos decir que desde la pulsión, la representación-cosa se codifica en representación-palabra bajo la traducción del marketing. En tales casos, la "conciencia" de un deseo tiene doble anudamiento inconciente: por un lado la conciencia no puede predecir bajo qué modos deseará y a su vez la representación o la agencia representante de la pulsión está codificada por la escritura del marketing. O sea, en un mismo giro doble: no sabemos qué (cómo) queremos y luego creemos que ya sabemos lo que queremos.
El deseo de un esquizofrénico es imposible de codificar ya que su narcisismo y poca sintonización con la ley del falo económico, lo marginan como clientes o cuerpos invendibles de ser usados como productores-consumidores. Por tanto, es viable que su acomodación social sea vista tras las institucionalidades psiquiátricas que farmacologizan sus necesidades, codificando sus deseos en simbolismos mas atenuantes, reduciendo la creatividad delirante y sus pulsiones sobre-parciales sin algún significante que las pueda organizar en pulsiones parciales.
Todo rasgo aún errante puede encontrar sus caudales de venta y producción disponibles. Para un paranoico, el refugio es el deseo predominante de una colectividad, para el perverso la incursión a zonas inexploradas, para el neurótico, sin embargo posee trayectos que son introyectados con mayor facibilidad, pero sin un apego radical, por lo cual puede a su vez fragmentarse y fusionarse reflexivamente. Por lo tanto, el cliente neurótico posee mayor campo de rotular simbolismos de deseos que las anteriores modalidades psìquicas. Son por tanto los clientes y trabajadores neuróticos ideales para el sistema económico.
Finalmente, pocas cosas escapan de las codificaciones representadas por dinero, finalmente aquellas pasiones novedosas que contienen el inmenso placer de reacomodar los goces, las pasiones inentendibles, los juegos novedosos sin fines lucrativos, la transgresión, el amor, la solidaridad, son las acciones que por lo pronto antes de un mediano plazo, son pulsiones, actividades y deseos que transitan por fuera de las leyes del mercado.
Al respecto podemos agregar que "a pesar de estas capturas del deseo, siempre queda un plus, producido por los flujos que lograron no ser codificados por las estrategias capitalistas. Este plus de deseo irrumpe en los márgenes. Produce líneas de fuga. Sin embargo, también en esto casos la maquinaria molarizante se pone en marcha. Se “despotencia” un pensamiento revolucionario, cuando las imágenes de sus líderes son vendidas en las esquinas de París, cuando las obras de los artistas transgresores se instalan en los museos, cuando los dueños del dinero y la política deciden sobre la droga y las maneras de prostituirse. En todos los casos, el capital obtura las líneas de fuga. Las reterritorializa subsumiéndolas bajo su control." (Díaz, 1999).
No obstante, el mundo del mercado en su modalidad post-industrializada, con un auge tremendo en la terceriadad productiva bajo la tecnología de servicios digitales comunicacionales. Vemos que la estructura social occidental, la función fálica de la inserción social del dinero como medio desplazante del mercado, invoca un proyecto de "goza ahora, ya". Como nos dice Lacan en el Seminario XX AÚN, el super-yo (ideal del yo) es lo que nos demanda a gozar. Dinero en su función que no tiene valor en sí mismo más que en las diferencias oferta-demanda, el vacío de su agujero es lo ilimitado, lo no limitante, o sea, lo irrefrenable de la pulsión misma en su cualidad gozante in-simbolizable. Desear hoy por hoy es sobrellevar la tentación de no gastar más de lo que ya podemos necesitar. Es así como en países primer mundistas es cosa de todos los días la obesidad, la ludopatía y el gasto incesante de artículos inútiles que no se utilizan. Mucho de ese goce compulsivo de compra, se atiborra en basurales. ¿Qué son los basurales en su expansión territorial sino como lo excedente mismo de todo lo humano que se convierte cada vez más la mugre debajo de su alfombra como su mayor y eminente peligro (la imagen del doble u otro-yo, aquello fatalmente conocido que aparece de pronto mientras lo negamos)? Los mismos discursos de la Salud Mental tiene consigo el mandato de "sé feliz, no pierdas tu tiempo siendo no-feliz", sabemos cómo ser felices, sabemos cómo tener buena dieta y estado físico (supuestas llaves a la felicidad). Sabemos como tener buena ropa, perfume, equipos electrónicos, etc. La seducción occidental del consumo a crédito del compra ahora ya, es el arma clave que sintoniza con esa pulsión irrefrenable que cada uno tiene de desear algo ahora sin limites, sin cierres.
De esto modo, ya no debemos pensar tanto al super-yo (ideal del yo) en su fachada de prohibiciones morales y autocastigo, más bien debemos ver cómo el ideal del yo se configura hoy en día como un mandato a gozar a no postergar a ser felices, ya que de no cumplir dichas expectativas la culpa, no es una culpa genuina por el otro, es una culpa individual consigo mismo.
En otras palabras, ya no es la represión moral de valores sociales o familiares hacia los mandatos o prohibiciones del Ideal del Yo (super-yo), la represión se traslada más bien en la esfera de la economía, poder fálico que puede corromper, modificar, adquirir poder en los ámbitos de deseos. Ya no se sufre por las pulsiones pecadoras de la máquina deseante, sino de las consecuencias "externas" de la maquina social productora bajo el símbolo del dinero. O sea, la represión proviene del mismo poder fálico del dinero que me castra y que me permite su poder fálico.
El sistema capitalista moderno entonces, se ha acoplado de forma tan ingeniosa que arriesga su propia inversión y estabilidad económica de su empresa, produciendo créditos en compradores. En otras palabras, el miedo a la muerte ha desaparecido en el mercado especulativo mundial. Todos reman de la misma manera sus aguas, la violencia del marketing del "compra ya, nadie tiene insuficiente dinero para comprar". Ahora todos en occidente podemos poseer un falo ilusorio (que nos anude de por vida en larguísimas cuotas a pagar), una inflación vacía de nuestro ego por medio del flujo económico. ¿Cómo escapar de dicha tentación y no pertenecer a ese círculo vicioso? Pues la respuesta no es optimista, para posicionarse en el mundo se debe consumir a crédito ciertos bienes (que ahora con la globalidad) son "básicos" y desde allí competir, con el fin de pertenecer a las unidades mínimas del sistema productivo-consumidor. ¿Quieres empleo? Pues imagino que ya tienes tu auto bajo crédito, de no ser así no podrás movilizarte. ¿Quieres empleo? Pues ya deberías haber invertido en tu educación (como ocurre con el sistema educativo Chileno) para postular, ¿Quieres estar en algún puesto reconocido? Pues necesitas comprar un computador como mínimo si quieres hablar con nosotros.
Por tanto, se hace sumamente complicado no salir de la mayoría social si todos operan bajo la misma legalidad, si te excluyes del sistema social, éste pasa por sobre tí sin piedad, debes por lo menos encajar en él de alguna forma, puesto que la dialéctica del Otro nos hace ser. Vivir a crédito, vivir buscando el goce del consumo, en occidente es ahora algo tan natural como el ahorrar en los tiempos de escasez en un tiempo moderno pretérito casi olvidado.
Endeudarse es el camino básico para insertarse al mundo, el Don es un ejercicio de condonar la deuda, nacer es nacer endeudados, nos tenemos que endeudar para poder ser. La propia concepción social de deuda, de ahorro y de gasto cambia con el devenir social, aquellos conceptos ya no significan lo mismo que en décadas anteriores, el tiempo y el dinero se anudan en un vacío que se amolda en distintos valores que se diferencian y el tiempo se agota en un ritmo de un goce inmediato bajo la deuda. Socialmente el dinero metafóricamente se condensa en la noción del tiempo: "el tiempo es dinero". La productividad nace de un tiempo y espacio comandado y disciplinado, monitoreado a un tiempo más amplio y a su vez laxo. La eficiencia tiene que ver con el control del tiempo: "no perder el tiempo, no hay tiempo que perder".
Agregando más aristas al tema del orden social o sobre la legalidad social, Zizek (2006) en su libro "Cómo leer a Lacan", postula que "Lacan comparte con Nietzsche y Freud la idea de que la justicia como equidad se funda en la envidia: en nuestra envidia del otro que tiene lo que nosotros no tenemos, y que goza de ello. La demanda de justicia es en última instancia la demanda de que el goce excesivo del otro sea reducido, de tal modo que el acceso al goce sea equitativo para todos. El resultado lógico de esta demanda, por supuesto, es el ascetismo: como no es posible imponer un goce equitativo para todos, lo que se impone es una misma prohibición compartida equitativamente. Sin embargo, no hay que olvidarse de que hoy, en nuestra sociedad supuestamente permisiva, el ascetismo asume la figura exactamente opuesta, la del mandato generalizado :"¡Goza!". Estarnos bajo el hechizo de este imperativo, con el resultado de que nuestro goce se halla más obstaculizado que nunca —recuérdese al yuppie que combina la autorrealización completamente narcisista con la disciplina ascética de correr y de comer comida sana—.
Tal vez sea esto lo que Nietszche tenía en mente con su noción del "último hombre" —recién hoy podemos discernir claramente los contornos del "último hombre" bajo la forma imperante del ascetismo hedonista—. En el mercado actual podemos encontrar toda una serie de productos privados de sus propiedades dañinas: café sin cafeína, crema sin grasas, cerveza sin alcohol... y sigue la lista. ¿Y qué decir acerca del sexo virtual sin sexo, de la doctrina Colin Powell de guerra sin bajas (de nuestro lado, por supuesto) como guerra sin guerra, de la redefinición contemporánea de la política como un arte de la administración a cargo de expertos como política sin política" (p.46)
Agregando más aristas al tema del orden social o sobre la legalidad social, Zizek (2006) en su libro "Cómo leer a Lacan", postula que "Lacan comparte con Nietzsche y Freud la idea de que la justicia como equidad se funda en la envidia: en nuestra envidia del otro que tiene lo que nosotros no tenemos, y que goza de ello. La demanda de justicia es en última instancia la demanda de que el goce excesivo del otro sea reducido, de tal modo que el acceso al goce sea equitativo para todos. El resultado lógico de esta demanda, por supuesto, es el ascetismo: como no es posible imponer un goce equitativo para todos, lo que se impone es una misma prohibición compartida equitativamente. Sin embargo, no hay que olvidarse de que hoy, en nuestra sociedad supuestamente permisiva, el ascetismo asume la figura exactamente opuesta, la del mandato generalizado :"¡Goza!". Estarnos bajo el hechizo de este imperativo, con el resultado de que nuestro goce se halla más obstaculizado que nunca —recuérdese al yuppie que combina la autorrealización completamente narcisista con la disciplina ascética de correr y de comer comida sana—.
Tal vez sea esto lo que Nietszche tenía en mente con su noción del "último hombre" —recién hoy podemos discernir claramente los contornos del "último hombre" bajo la forma imperante del ascetismo hedonista—. En el mercado actual podemos encontrar toda una serie de productos privados de sus propiedades dañinas: café sin cafeína, crema sin grasas, cerveza sin alcohol... y sigue la lista. ¿Y qué decir acerca del sexo virtual sin sexo, de la doctrina Colin Powell de guerra sin bajas (de nuestro lado, por supuesto) como guerra sin guerra, de la redefinición contemporánea de la política como un arte de la administración a cargo de expertos como política sin política" (p.46)
El dinero te inserta a la Ley del mundo de los deseos, insertarse presupone agujerearse para adentrar dicha ley de oferta y demanda en los cuerpos. Si el habla es el vehículo para desear o demandar, el dinero se convierte en un vehículo de mayor autoridad. Por eso, el dinero como vehículo de intención comunicativa, enmudece el lenguaje mismo (quita la empatía subjetiva del otro), lo cual nos va convirtiendo en objetos vendibles o compradores manipulados. Al final esta cosificación conlleva a no saber distinguir cuando se está en venta o se está en modo de compra.
Hay cosas que al dinero se le escapa de representar a las pulsiones parciales y esas son las pulsiones que por lo general no siguen las reglas del juego del intercambio del dinero: el amor, el perdón, la amistad y fidelidad no interesada por dinero.
Como dice Esther Díaz (1999): "No toda codificación es cosificante. En la línea de fuga también se codifica, pero creativamente. Un artista haciendo una obra original puede codificarla, por ejemplo, como “escultura” o “pintura”, sin dejar por ello de producir intensidades deseantes liberadoras . Se pueden establecer relaciones sexuales de manera original, a pesar que el sexo es una codificación del deseo. Por otra parte, también se pueden practicar codificaciones preestablecidas que son productivas. Una persona que trabaja como voluntaria en un hospital, se “pliega” a un código hecho (“ser voluntario”) pero su actividad es expansiva del deseo (es decir, no coaccionante) (...) lo molar no se identifica con lo colectivo y lo molecular con lo individual. El microinconsciente (molecular) sólo conoce objetos parciales y flujos. Aunque puede haber realizaciones colectivas que no estén atrapadas por lo molar. Como los primeros recitales de rock de los hippies, las primeras rondas de las Madres de Plaza de Mayo en pleno Proceso Militar Argentino, las procesiones de antorchas de las adolescentes catamarqueñas en el caso María Soledad Morales. Esos acontecimientos constituyeron líneas de fuga. En ellos, el deseo encontró salidas no preestablecidas. Por el contrario, puede haber también acciones individuales que están molarizadas o que son reaccionarias."
Si aún con dinero las pulsiones nunca pueden saciarse al menos hasta que la muerte de fin, ni el dinero puede dar bienestar absoluto al ser humano, ya que siempre hay algo que escapa a la representación simbólica de dinero de las pulsiones. Los consensos son aquellos espacios del lenguaje donde se ponen en manifiesto implícita o explícitamente los intereses personales o grupales. Como diría Habermas el Mundo de Vida (Lebenswelt), se busca desde ella en lo posible una la transparencia de sus medios para sus fines, hacia un intento posible de igualdad y comprensión ante un otro con los mismos derechos y posibilidades de deseos.
No obstante, como lo define Habermas, lo opuesto al "Mundo de la Vida" (razón práctica), es el "Sistema" (razón instrumental), al cual éste último lo definiremos como lo plantea Díaz (1999): "El capitalismo, como organización social de la producción deseante, se define, por una parte, por la destrucción de los códigos de grupos, propios de las sociedades pre-modernas (alianzas, tradiciones, creencias). Y, por otra, por la abstracción de la intensidad deseante. Todo deseo es subsumido bajo la categoría abstracta de la mercancía y el dinero. Nada más abstracto que el concepto de moneda. Tampoco nada más universal. El paso del trueque al dinero es el paso de lo empírico a la abstracción. También el consumo es una categoría abstracta. Pues la saturación de mercadería anula su diversidad, se convierte así en una forma pura, vacía de contenido. Hay que consumir, no importa dónde, no importa cómo, no importa qué. La mercadería es tan universal como el dinero mismo. Las actuales leyes de “protección al consumidor”, son el equivalente histórico de “los derechos del hombre y del ciudadano” de la Revolución Francesa".
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